NG200502003

príncipe, donde Cristo es reconocido, donde es adorado, donde se le dice: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios (Mt 14,33), donde Él mismo cura toda enfermedad y toda dolencia (Mt 9,35). Por último la Bienaventurada Virgen fue asunta al cielo, al paraíso de Dios, donde todos ven y adoran la divinidad de Cristo, de la cual dice hoy Él mismo: Soy yo, no temáis (Mc 6,50), donde Cristo no deja que exista enfermedad alguna, ninguna dolencia del alma o del cuerpo. ¡Oh navegación admirable, rodeada de milagros! Al principio de esta navegación Cristo obró el milagro de la multiplicación de cinco panes y dos peces (cf. Mc 6,41-44), a la mitad Él mismo cami- naba sobre el mar (cf. Mc 6,48-49); como un leño levísimo, como una nave ligera, mejor como un ave que se deleita en las aguas, hace el gran milagro de que Pedro camine también sobre las aguas (cf. Mt 14,28-31), apacigua las olas del mar, hace cesar los vientos contrarios, instaura una gran tranquilidad y, por fin, en la tierra de Genesaret sana toda dolencia y enfermedad. De igual modo la Bie- naventurada Virgen fue admirable en el principio, en el medio y en el final de la navegación de su vida: en el principio, por el milagro de su concepción inmaculada y su natividad santa; en el medio, por la concepción admirable de Cristo en su seno, su nacimiento y edu- cación; al final, por su asunción al cielo y su glorificación eterna. ¡Oh nave admirable, oh nave insigne sobre toda ponderación! 6. Estaba la nave en medio del mar . Mientras permaneció en este mundo, la bienaventurada Virgen no llevó una vida de ocio, sino de trabajos. Por eso Salomón dice de la mujer fuerte que: No comió ociosa el pan (Pr 31,27), y hoy esa nave trabajaba en medio del mar: los vio trabajando y remando, pues el viento les era contra- rio (Mc 6,48). La Virgen Santísima fue también tentada por el diablo como fue tentado Cristo (cf. Mt 4,4-11) y, como Cristo, padecía per- secución de parte del mundo; pues la nave en medio del mar era acosada ya por las olas de las aguas como por los vientos. La des- mesura del agua era la multitud del pueblo 8 , y los vientos contrarios, LA VIRGEN MARÍA EN TRES SERMONES DE SAN LORENZO DE BRINDIS 365 8 Lit. las muchas aguas son los muchos pueblos , idea que recuerda Ap 17,15: «Las aguas que has visto, donde está sentada la Ramera, son pueblos». S. Agustín comentará el verso del Salmo 18,17: Él extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas, e. d. me sacó de entre la baraúnda de los pueblos (PL 36, 150; Obras de San Agustín, XIX Enarraciones sobre los Salmos (1º) , (BAC, Madrid 1964) 168. San Grego- rio Magno sobre el verso de Job 26,5 de la Vulgata: «Ecce gigantes gemunt sub aquis»

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