NG200502002

“En realidad aún no he tomado la justa defensa de los indios, a los que he visto gimiendo en su esclavitud y más que en esclavitud. Y como debo ser siervo de los siervos, es decir, de los negros y de peor condición y deterioro que los mismos animales, en sus tierras y regio- nes, sin tierras para habitar, pisados y aplastados por todos como ser- pientes, blanco de injurias como perros, saqueados, desgarrados, robados, asesinados, vendidos en esclavitud, hechos esclavos o pues- tos bajo tributo, callo de momento hasta que el Señor me abra la boca para hablar y dirija mi pluma para escribir” 94 . Después de esta breve reflexión sobre los indios, regresa al tema de los africanos, en esta ocasión valiéndose de la opinión de Esteban Fagúndez respecto a la negociación de la compra. También ahora hace decir al jesuita lo que él no afirma directamente, refiriéndose a los títulos generales ya sostenidos anteriormente. Él entiende que además de una certeza común, existe también una certeza moral, que no sería otra que la avaricia de todos aquellos que intervienen en la cadena de la trata, obteniendo suculentos beneficios: “por tanto, cierto que no sólo no se hace examen de la esclavitud, sino que entran en sus tierras a mano armada y raptan a cualesquiera e incluso por la fuerza, dolo y halagos atraen a los negros y los echan a la nave o son raptados por otros negros y, atados con grillos, vendidos a los mercaderes” 95 . La segunda parte sería la falta de coherencia por parte de los europeos, especialmente la de los gobernadores y ministros regios: “Es horrendo lo que he visto y oído sobre los gobernadores que, enriquecidos justa o injustamente, vuelven a España cargados de iniquidades, como el oro y la plata. Algo escribí yo mismo en Con- ventione Christi ad Belial, dedicada al Rey Católico” 96 . Al llegar a la exposición concreta de Avendaño, pareciera, en un primer momento, como si se reconciliara con el jesuita, ya que condena la negociación y esto parece al capuchino la única opción realmente válida y aceptable. Por otra parte, esta opción moral del jesuita es perfecta para corroborar aquello que él está proponiendo, más exactamente en las tres primeras conclusiones del argumento del libro 97 , pero no entiende cómo siendo esto así, la actitud de los 312 MIGUEL ANXO PENA 94 Servi liberi , n. 105. 95 Ibid ., n. 107. 96 Ibid . 97 Cfr. Ibid ., f. 2.

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