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siervo, que por derecho natural es libre: “Por lo tanto, el amo en la duda que le sobreviene tras la posesión en buena fe está obligado a verificar el título de la verdadera esclavitud. Si no lo prueba, la posesión está en pro de la libertad del esclavo –que es de derecho natural– y no del amo, que sólo tiene su título de señor por el con- trato de compra. Por tanto, sobreviniendo al amo la duda sobre la justa esclavitud está obligado por justicia a liberar al esclavo, porque es mejor la condición de poseedor” 60 . En esta manera de argüir, Epifanio de Moirans sigue recu- rriendo a los autores, anotando de ellos las dificultades que encuen- tran, reforzándolas y utilizándolas para su propia argumentación. De esta manera, ahora, recurre nuevamente a Antonio Diana, al que completa con el también jesuita Esteban Fagúndez 61 . Expone el ejemplo expuesto por ellos de los sobas , quienes tenían, desde tiempo inmemorial, unos recintos de negros de los que podían ven- der a aquellos que les pareciese oportuno en los que se cumplían todos los títulos justos de servidumbre y venta. Considera el borgo- ñón que, “si estos negros, tratados como animales, no han sido desde el principio esclavos por justo título, no lo son tampoco hoy, aun cuando el tiempo fuera inmemorial desde la creación del mundo; porque son esclavos contra derecho natural, según la norma del derecho: No se confirma por un período de tiempo lo que no subsiste por derecho desde el principio. Y si no son esclavos por justo título, aunque el tiempo sea inmemorial, no lo pueden ser nunca” 62 . Nuevamente, la argumentación toma carácter de universa- lidad, puesto que parece que es la única manera de conseguir sufi- ciente valor en la lucha por la libertad, puesto que los teólogos se quedan en ciertas cuestiones formales. Seguidamente disputa toda la justificación de la venta de los propios hijos; donde, después de razonar las dificultades de los dis- tintos títulos entra en una afirmación en la que remueve la realidad de aquellos que justifican la esclavitud, concretamente lo hace con Luis de Molina, al que ataca con cierta sarcasmo: 302 MIGUEL ANXO PENA 60 Servi liberi , 69. 61 Cfr. Esteban FAGÚNDEZ, In praecepta decalogi II, lib. 2, cap. 2 (Lugduni 1641, 145-151). 62 Servi liberi , n. 70.

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