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este punto: la democracia tiene, en primer lugar, una definición normativa; pero de ello no se concluye que el deber ser de la demo- cracia sea la democracia y que el ideal democrático defina la reali- dad democrática. Es un grave error cambiar una prescripción por una verificación; y cuanto más frecuente es el error, tanto más las democracias quedan expuestas a malentendidos y trampas. Tómese la trampa principal: la tesis difundida y creída durante más de medio siglo de que las democracias eran dos, una occidental y otra comunista. ¿Cómo se ha demostrado la tesis de las “dos demo- cracias? Precisamente haciendo una comparación engañosa entre el ser y el deber ser. La demostración seria exige dos formas de confron- tación: una dirigida a los ideales y otra a los hechos . En cambio, la falsa demostración unifica y entrecruza las confrontaciones de la siguiente manera: comparando los ideales ( no realizados) del comunismo, con los hechos (y los errores) de las democracias libera- les. De este modo se gana siempre, pero sólo en el papel. La democra- cia alternativa del Este —aun cuando fuese llamada democracia popular— era un ideal sin realidad. Como se comprende, la distinción entre democracia en sentido prescriptivo y la democracia en sentido descriptivo es verdadera- mente fundamental. Cierto es que, por un lado, complica el plantea- miento, pero, por el otro, lo limpia y lo pone en orden” 4 . Dejo, por ahora, de lado a Sartori, después de haber trascrito esta larga cita. Sigo los pasos y sintetizo las ideas sobre democracia del autor francés Gaston Pietri 5 .” El advenimiento de la sociedad moderna es inseparable del advenimiento de la democracia, y lo que caracteriza a ambas es la emergencia del sujeto. El hombre tiende a constituirse, en todos los ámbitos, en sujeto —ya no objeto— de la sociedad y de la historia. Esto es lo que socava el orden tradicional. Las comunidades estaban estructuradas y jerarquizadas, dotadas de poderosos mecanismos de control social que la modernización ha ido destruyendo uno tras otro. En el plano político hemos visto despa- recer las monarquías tradicionales. Después, poco a poco, se han desmoronado las formas de autoridad familiares y escolares, que habían inculcado, generación tras generación, el respeto por las 138 SATURNINO ARA 4 Ib., 17-19. 5 P. GASTON, El catolicismo desafiado por la democracia, O. c.

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