NG200501003

nidos, incluso en medio de grandes dificultades, por su mano segura (cf. Hch 20, 22s). La libertad bien entendida y mejor vivida puede ayudar a dar una buena solución al reto planteado por el integrismo y fundamen- talismo, ideologías que se viven tanto desde la “derecha” como desde la “izquierda“. También la libertad bien entendida y mejor vivida puede con- tribuir a superar una mentalidad, frecuente entre los consagrados, que busca, con desenvoltura e inconsciencia, una pertenencia que les proporcione y garantice derechos. Se les crea un talante por el que se ven como acreedores y no como deudores. No se habla de privilegios, pero se buscan éstos sin tener en cuenta que a los privi- legios de un pasado o medievales correspondían obligaciones. Paso a la conclusión, pero antes hago presente y destaco que la libertad va muy ligada a la justicia y que la armonía entre la justi- cia y la libertad no es tan evidente en nuestro momento en el que, en la legislación y en la práctica de la vida consagrada, se está observando y sintiendo cómo la libertad, no bien fundada y mal ejercida, esta dando origen a nuevas formas de injusticia dentro de la vida del grupo, algo distraído y entusiasmado con las campañas de la justicia y de la paz en pro del campo ajeno, olvidando el pro- pio y cotidiano. CONCLUSIÓN La democracia, como tal concepto social-político de organiza- ción de la sociedad y en el sentido de que la potestad o poder, fun- ción de servicio, decimos usando el lenguaje evangélico, viene del público y pasa a sus representantes, sin duda ninguna, no tiene cabida en la estructuración de la Iglesia católica y de sus institucio- nes, revestidas y dotadas de un poder que es servicio de origen carismático y también sacramental. Ciertamente es aplicable a la organización de la Iglesia aquella idea de la democracia que destaca la intervención de todos los fieles en la designación, descubrimiento diríamos en actitud de creyentes, del llamado al servicio de la comunidad, función que, el empeño 170 SATURNINO ARA