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que planteaba un problema muy serio. Una obra como la de Orlando Patterson -Freedom in the Making of Western Culture (Nueva York 1991 ) que explica la génesis de nuestra idea de libertad deberá ser prolongada...” 20 No se trata de respetar y proteger la libertad negativa. El hom- bre religioso y democrático tiene necesidad de una voluntad activa de liberación y de confianza en la capacidad colectiva de acción. Debe manifestarse y estar dispuesto a valorar y aceptar la verdad que le propone su programación de vida y de acción carismática. La programación de una vida y acción carismática es la propo- sición de una verdad que el hombre libre, llamado por Dios a reali- zarla, la acepta, y es entonces cuando pone en ejercicio toda su capacidad de libertad para llevar esa vida propuesta y cumplir con esa acción, realizar la verdad. La verdad aceptada resta “libertad” y pone en peligro el “carismátismo” o subjetivismo, vividos con cierta irresponsabilidad y oculta presunción. Con la aceptación personal y libre de esta programación, una vez conocidas y apreciadas sus pro- posiciones, se demuestra que, se opta, primero, por admirar la belleza de un modo de seguimiento de Cristo y, luego, se opta tam- bién por poner en acción todo un esfuerzo de liberación. La Exhortación Vita consecrata , cuando habla de las provoca- ciones, tres retos, puestos a la vida consagrada, dice textualmente sobre el reto de la libertad: 91. La tercera provocación proviene de aquellas concepciones de libertad que, en esta fundamental prerrogativa humana, prescin- den de su relación constitutiva con la verdad y con la norma moral. En realidad, la cultura de la libertad es un auténtico valor, íntima- mente unido con el respeto de la persona humana. Pero, ¿cómo no ver las terribles consecuencias de injusticia e incluso de violencia a las que conduce, en la vida de las personas y de los pueblos, el uso deformado de la libertad?. Una respuesta eficaz a esta situación es la obediencia que caracteriza la vida consagrada. Ésta hace presente de modo particu- larmente vivo la obediencia de Cristo al Padre y, precisamente basándose en este misterio, testimonia que no hay contradicción 168 SATURNINO ARA 20 J. A. MARINA, Dictamen sobre Dios (Barcelona 2002) 235-236.

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