NG200501003

tamento en el que Jesús habla de la gracia que se da al pueblo al que se pide cumpla la ley, no por temor al castigo, sino por y con amor. Estos creyentes y, en particular, estos consagrados buscan apoyo para su visión negativa en interpretaciones bíblicas que no suelen tener en cuenta el contexto social-cultural en el que la leyes o normas en cuestión fueron escritas ni tampoco el fenómeno de inculturación al que responden. Resulta extraño que, por una parte, se avance tanto en la interpretación bíblica y, por otra, se siga sir- viendo y usando, por ejemplo, la visión paulina de la ley, tan sola- mente porque interesa, por falta de realismo y actualidad, presentar la oposición entre ley y carisma, debida esta oposición al sentir y modo de ser del momento o circunstancia vivido por san Pablo. Actitud negativa que ha contribuido engañosamente y desde un plano “espiritualista” al descrédito e incluso marginación de la ley y de la norma a las que, además, entre eclesiásticos y miembros de los Institutos religiosos y en contra del sentir de nuestra sociedad democrática, consideran estáticas y, más que estáticas, innecesarias. El modo de justificar y explicar esta oposición a la ley, es el del recurso a la generosidad del carisma que se dice que se vive en sus exigencias y por encima y al margen de su regulación, pero que, en realidad, resulta ser una marginación, cuando no una renuncia frente a las exigencias comunitarias del mismo, debido a una posi- ción subjetivista y a una mentalidad egoísta e individualista. Esta actitud antilegal y el mismo empeño en contraponer lo que, echando mano de un lenguaje más conocido, decimos contra- posición entre la letra y el espíritu, entre la norma y el carisma, sin duda ninguna ha contribuido a devaluar las exigencias o simple regulación de las Constituciones y de las demás normas de la vida consagrada, favoreciendo con ello el fomento del subjetivismo e individualismo a los que, en el campo civil se busca poner coto con las nuevas formulaciones de la ley, formulada con miras a la con- quista del bien común por encima del particular preferido por ese individualismo, al final egoísmo, que se mascara con pretensiones y excusas de la necesidad de guardar y defender la propia identidad y resulta perjudicial al bien común, universal o globalización. Dejamos de lado el recuerdo, más que la presentación, de una vieja concepción que, en base al contexto cultural del Antiguo Tes- 148 SATURNINO ARA

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