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forma mágica) para que enferme y le abandona 258 . Los Kanaimaton jamás asesinan en el momento, sino que el agredido fallece a los días 259 . Pero la muerte es siempre consecuencia de su acción; si no hubiese existido ningún Kanaima , los pemones no morirían nunca 260 . “Como prácticamente los indios no creen en la muerte, al morir un indio siempre lo atribuyen a asesinato. Por eso al morir un indio las pocas personas que permanecen cerca de él (los demás huyen por miedo a Canaima ), lo examinan muy bien y como regularmente son mujeres de edad las examinadoras, pron- tamente su exaltada imaginación les muestra por dónde lo mató Canaima ” 261 . Los pemones aseguran que aunque los Kanaimaton no asesi- nan en el acto a sus víctimas, sí que se gozan al verles sufrir. De hecho, afirman que por la noche se acerca sigilosamente hasta la casa del moribundo 262 . En el momento que el enfermo fallece, des- pués de tanto padecer, “el Kanaimá enloquece y se va hacia las barrancas a calmar su locura en danzas exaltadas con ciertos anima- les que consideran sus siervos y amigos” 263 . También consideran los pemones que Kanaima posee poderes sobrenaturales; de ahí que pueda manifestarse unas veces con forma humana y otras como un animal, llegando a controlar por medio de la amenaza la vida de las personas, gracias a su capacidad para hacer el mal 264 . Por esta razón, creen que Kanaima se trans- forma en Awoineripue 265 , ser mitológico que asesina a los pemones 68 RAFAEL CASTILLO VELANDIA 258 Acerca de los múltiples maltratos que un Kanaima es capaz de hacer a sus víc- timas, cf. I D ., Los Pemones , 139. 259 Cf. ib. 260 Cf. L. BARCELÓ SIFONTES, O. c. , 45. 261 NICOLÁS DE CÁRMENES, ¿Qué pensar de los supuestos crímenes de Kavana- yén? , en Venezuela Misionera 197 (1955) 186. El subrayado no es del texto. 262 Cf. M. GUTIÉRREZ SALAZAR, Los pemones y su código ético , 58. 263 I D ., Los Pemones , 140. 264 Cf. D. THOMAS, o. c. , 336. 265 Ser fantástico, que se alimenta de los cadáveres, y de hábitos nocturnos. A veces se confunde con Kanaima . En otras apariciones se les consideran los hijos de Chankón , cf. G. MARTÍN, Chankón , en Venezuela Misionera 54 (1993) 187-188.
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