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es otro que el llamado El ente dilucidado ”. Asegura del mismo que está escrito “con arreglo a la más rancia de las escolásticas”. Como Palau y Dulcet, intenta también exhibir sus afanes moralizantes: “Se refleja en él una curiosidad morbosa por cuestiones sexuales, sobre todo en la segunda sección. Fuentelapeña habla con visible gusto, y sin tener que decir nada de provecho, del sexo en sí, de la causa sexual de los monstruos, de los hermafroditas, de los partos mons- truosos y de otros extremos poco agradables de mencionar” . Opina a continuación de “la vaciedad local (¿) del capuchino, notada, luego de la aparición del libro, por sus hermanos de Orden, como se ha podido comprobar, lo cual no ha sido obstáculo para que varios eruditos lo hayan tomado en serio, pretendiendo hallar en el Ente anticipaciones sobre diferentes puntos de biología , aeronáutica, etc., hecho que puede servir para tener una idea de lo que creen que es la ciencia muchos de sus historiadores” . A lo largo de todo el tratado, Caro Baroja se mofa de los razonamientos del P. Fuentelapeña, de su credulidad sin límites, de su capacidad inventiva y falsificado- ra...¡Lástima que no ofrezca pruebas concretas, contextualizándolas, en vez de proferir generalidades condenatorias! ¿Qué pensar pues de los juicios emitidos por el “gran maestro” de nuestra etnología? Hace ya algunos años, hablé con él, largo y tendido, sobre un tema afín al de los duendes: el de la magia y la brujería. Sobre magia y brujería es el título de un libro mío recien- temente publicado. Durante mi conversación con Don Julio, me atreví a exponerle mi discrepancia en tres puntos con relación a su obra Las brujas y su mundo, la que más fama le ha dado, sin duda alguna. El primer punto se refería a la enorme confusión académica que introduce en este y en otros libros suyos. Mientras repasas sus páginas, con frecuencia no sabes si es un historiador, un sociólogo, un folklorista, un etnógrafo, un antropólogo o incluso un filósofo el que las escribe. Recuerdo haberle oído en alguna ocasión que no sabía cuál era su puesto exacto en el panorama de las ciencias. El conjunto de algunos de su libros ( El ente, por ejemplo) se nos pre- senta como un batiburrillo académico y metodológico de difícil com- prensión. El segundo punto pertenecía al ámbito puntual de las creencias, en el cual se hallan ubicados los duendes y las brujas. Al estudiar una creencia, el etnólogo auténtico se desentiende, en cierto modo, FUENTELAPEÑA DILUCIDADO 1053

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