NG200403027
mente mencionado, siguiendo un poco a Don Julio, resumo en dos apartados dicho contenido. En el primero afirmo que “todo el libro responde a una cuestión única: la naturaleza de los duendes, tras- gos o fantasmas. Se sigue el método escolástico en la exposición: uti- lizando la estructura formal “dificultades-soluciones” , se aborda primeramente el tema an sit , es decir, si existen o no los duendes. El de Fuentelapeña (Zamora), conforme a la opinión de la época, se inclina por la respuesta afirmativa. Pasa después a abordar el quid sit (qué sean los duendes). Para ello, analiza las cuatro causas aris- totélicas de los mismos: materia, forma, causa eficiente y causa final. Durante el discurso, recurre a veces a otras causas, pertenecientes más bien a la órbita de la magia: magnetismo, simpatía, simboliza- ción...Y habla de los cuatro elementos, de los cuatro humores, de los mixtos...Termina definiendo el duende de esta forma: “Duende no es otra cosa que un animal invisible secundum quid o casi invi- sible, trasteador”. No es, por consiguiente, ni ángel, ni demonio, ni alma separada, sino un animalito eminentemente juguetón, que algunas veces se pasa en sus bromas. En el apartado segundo sostengo que el tratado de Fuentelapeña acerca de los duendes “cobra aún mayor interés por las digresiones del autor, justificadas o no, hacia los más dispares asuntos: monstruos, virtualidades del número siete (combina aquí la numerología y la astrología en uso), transmutación del sexo y otros asuntos de sexología, formas de generación y variantes de los partos, cosas maravillosas relativas a piedras, plantas y animales, la atrac- ción universal (adelantándose a Newton), la posibilidad de que vuele el hombre mediante una fuerza que supere a la de la gravedad...¡Toda una enciclopedia de temas raros e interesantes”. Conviene hacer notar que, a raíz del descubrimiento de América y de las crónicas que llegaban desde el Nuevo Mundo, se disparó en España la producción de libros sobre fenómenos maravillosos, exis- tentes, según decían, en la naturaleza física y en la humana. Retornando de nuevo a Caro Baroja, llama poderosamente la atención la saña con que trata al buen capuchino y a su “parto lite- rario” (palabras de Don Julio), a la hora de enjuiciarlos como etnó- logo (supongo que escribe como tal). Comienza diciendo lo siguiente: “Antes de pasar adelante, hay que hablar de un libro que ha adquirido gran fama, por su extravagancia y absurdo, y que no 1052 FRANCISCO RODRÍGUEZ PASCUAL
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