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suerte se han habido, que sin causa ninguna, luego desde los prin- cipios de nuestra jornada, sin mandarles cosa alguna, decían que yo no les podía mandar nada con obligación, ni ellos estaban obliga- dos a obedecer, que yo no era el prelado. En este hervor han esta- do mucho tiempo, tanto que el uno, en una ocasión, dijo haría lo que gustase y que eran delegados del Sumo Pontífice, y el P. Lorenzo de tal suerte se hubo conmigo, aunque yo disimulé por la paz en todo el camino, que siempre fue contra mí y en favor de Fr. Francisco de Pamplona en materia del viaje, y de tal manera como si Fr. Francisco fuera el superior, porque el P. Lorenzo decía ayu- dándole que a mí no me tocaba la disposición ni el cuidar de cosa, y no bastó para esto el orden expreso que en la obediencia que vuestra caridad me dio estaba escrito, antes decía que Fr. Francisco era el Espíritu Santo y el guiador. Y siendo esto así se inquietaba por cosas que dejaba en Sevilla, ya que Fr. Francisco gruñía porque las traía, de suerte que yo no pude disponer de cosa por la paz. Vino este padre siempre muy sentido desde España, por lo que en Madrid le sucedió acerca de la elección de Prefecto. Siempre con mil veleidades, de ya voy ya me quedo, siempre quejándose y no ha parado hasta irse. Dice que la doctrina que sembró era del P. Francisco. Yo no se cuál fue el primero, pero la ignorancia que he hallado en el P. Fr. Francisco y el poco talento pueden ser motivos de que es así. Llegamos, padre mío, a Portobelo y allí se me fueron o des- embarcaron sin decirme nada, si bien el P. Lorenzo dice que no le oyeron en la nao donde yo estaba, cuando pasó por junto a ella para tierra. No quisieron estar en el mar pudiendo estar mucho más religiosamente, porque las naves estaban desocupadas y dispuestas para todo buen ejercicio. El P. Fr. Basilio y Fr. Francisco estaban en la que vinieron y yo en la que vine; juntos que de una nave hablan- do pasito se oía en la otra, y nos veíamos y nos juntábamos, alegó el P. Francisco, que no podía sufrir el mar, cosa que jamás le había hecho mal en tan largo viaje. Allí en Portobelo tuvieron no se qué disgusto el P. Lorenzo con el Hno. Fr. Francisco, no se porqué pien- so que fue porque le dijo Fr. Francisco que parecía mal que andu- viese solo, y que pues yo tenía comodidad para tenerlos conmigo, que ¿porqué no se venía conmigo y dejaba (f. 89v) una ocasión tan buena de retiro y se estaba entre seglares? Aquí estuvo para vol- 1032 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ

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