NG200403023

« La Palabra se hizo carne —es decir, debilidad— y habitó entre nosotros » (Jn 1,14). Y allí «hemos visto su gloria» (Jn 1,14) 9 . Se trata de una revelación paradójica: el poder en la debilidad nos revela el poder de la debilidad. La encarnación es el fundamento más sólido de la esperanza de los «menores», desde donde Dios no sólo oye el grito de los «menores» de este mundo (Ex 3,7), sino que se hace grito de «menor» (Heb 5,7), pudiendo decir con propiedad : «Tuve hambre, tuve sed, estuve preso...» (Mt 25,35ss). Esa «minoridad» es un espacio teofánico, un lugar teológico, pero polémico..., por eso es tan difícil reconocerlo (Jn 1,11; Mt 25, 37ss). En la vida de Jesús se manifiesta el ser más íntimo de Dios; por- que él no es una revelación de Dios, sino la revelación de Dios. Nuestro Dios no es bifronte; no existe un Dios interno , el que se perdería en el misterio lejano e inaccesible, y un Dios externo , el que nos ha sido manifestado en Jesucristo. Por eso en la «minoridad» de Jesús se manifiesta una «minoridad» precedente, que vive en el corazón del Dios eterno. Se manifiesta y manifiesta a Dios como «menor» porque Dios es así. Los testimonios evangélicos respecto de la condición «minoríti- ca» de Jesús son abundantes: 1) S U NACIMIENTO El testimonio de los evangelios es unánime: Jesús nació en un ambiente configurado por la pobreza. — En la pobreza de un país dominado. Palestina era un terri- torio sometido por Roma; su nacimiento en Belén es situado en el contexto de un censo ordenado por el emperador Cesar Augusto (Lc 2,1-6). LA MINORIDAD, UNA OPCIÓN DE DIOS 889 9 Quien esté familiarizado con el mundo conceptual veterotestamentario percibirá inmediatamente la audacia de esta afirmación. La gloria de Dios ( kebod Yahvéh) designa la fuerza, el poder la majestad divina. Y eso es lo que brilla en «la carne», porque « la fuerza —también la de Dios— se manifiesta en la debilidad » (2Cor, 12,9).

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