NG200403023

B ) L OS « MENORES », PARADIGMA DEL VERDADERO CREYENTE A medida que, obligada o impulsada por las variantes históricas (particularmente el exilio babilónico), fue «espiritualizándose» la reflexión veterotestamentaria sobre la identidad del verdadero cre- yente, la figura del «pobre de Yahwéh» fue adquiriendo cada vez más relevancia como realidad prototípica, hasta el punto de definir la figura y la función del futuro mesías (Sal 22; Is 52,13-54,12). Como hemos ya indicado, el «pobre de Yahwéh» es el humilla- do (Is 57,15), el humilde (Sof 2,3), el pobre e indigente (Is 41,17), el que ha depositado su confianza en el Señor (Sal 28,1-3); pero es, también, una figura cargada de protagonismo salvífico y crítico fren- te a una sociedad degradada (cf. Sab 2-5). Es una figura «redimida» por el Señor, y una figura «redentora» (por medio de la cual el Señor redime). Lejos de encarnar una espiritualidad «pasiva», se revela dotada de un importante protagonismo (servicio), pasando a con- vertirse en vocación y bienaventuranza (cf. Mt 5,3ss). JESÚS, «EL MENOR», REVELADOR DEL DIOS «MENOR» «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1,18). Expresión tan radical echa por tierra pretendidas visiones de Dios y obliga a dirigir la atención y la mirada al único narrador acreditado, Jesús, el revelador de Dios y el Dios revelado. ¿Y cómo se revela Dios en Jesús? ¿Y cómo nos revela Jesús a Dios? Dios se revela en Jesús, y Jesús nos revela a Dios como «menor», en actitud de servicio, de kénosis. Es en la Encarnación donde la minoridad de Dios alcanza su máxima densidad y luminosidad: « Siendo de condición divina..., se vacío de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose seme- jante a los hombres y apareciendo en su porte como un hombre cual- quiera» (Flp 2,6-7). 888 DOMINGO MONTERO

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