NG200403023

La «experiencia» de Dios es determinante en la vida. En la his- toria de la Iglesia esto es una realidad patente: la «espiritualidad» rei- nante, se traduce en el «estilo» imperante, dominante. Así, el Dios omnipotente propicia una sacralización del poder temporal; el Dios omnisciente sirve de justificación a la pretensión de infalibilidad; el Dios eterno genera la inmutabilidad jerárquica; el Dios trascenden- te, la lejanía reverente... UN DIOS «MENOR» ¿Y el Dios «menor»? El Dios «menor» es un Dios «urgente» (Flp 2,5; 2Cor 5,14); un Dios abajado, pero no rebajado; un Dios gratui- to, pero no abaratado; un Dios pobre, pero no un pobre Dios; un Dios anonadado, pero no anodino... Ya en el AT podemos descubrir rasgos reveladores de esta «dimensión» de Dios. Es significativa su opción por el hijo menor: Jacob y David: uno, para canalizar la promesa (Gn 27); otro, para organizar el estado (1Sm 16); por las situaciones perdidas o de este- rilidad: Sara (Gn 17) y Ana (I Sm 1)... 6 . También lo es la elección de un pueblo insignificante (Dt 7,7- 8) y su preferencia por los «´anawin», hasta el punto de identificarse con su causa (Prv 14,31; 19,17) y convertirse en su más fervoroso defensor (Prv 22,22s) 7 . Más tarde, san Pablo dirá que Dios ha elegi- do «lo que no cuenta, para confundir a lo que cuenta...» (1Cor 1,26- 31) Y no deja de ser elocuente al respecto la imagen del Dios LA MINORIDAD, UNA OPCIÓN DE DIOS 885 6 Es cierto que en el AT existen formulaciones de un «Dios mayor» (guerre- ro, vencedor...). Una lectura lúcida de los textos creo que debe conducir a estable- cer una distinción clara entre el «Dios heredado» (el dios de la religión, «los dioses que habitaban al otro la do del Río» Jos 24,2) y el «Dios revelado» (el Dios de la fe). Éste lucha por abrirse paso, no siempre con facilidad y éxito, en los esquemas reli- giosos de Israel. Basta constatar la función «demoledora» de los profetas respecto de los falsos rostros de Dios creados por el pueblo 7 No deja de ser sugerente la diferencia entre los ídolos, que « tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no hue- len, tienen pies y no caminan» (Sal 115, 5-7), y Yahvéh, que «ve» (Ex 3,7), «oye» (Ex 3,7), «habla» (Ex 20,1), «huele» (Is 1,13) y «camina» (Ex 13,21; Dt 1,32-33), implicado siempre a favor de situaciones y personas «heridas» y «vulnerables».

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