NG200403023
Su vocación le impedía mantenerse en ambientes cerrados. Vivió sin cinturones protectores de seguridad o moralidad, porque ambas las irradiaba él desde dentro, sin temor a contagios reales o rituales. No rehuyó las «malas compañías», porque vino a acompañar al hombre necesitado de redención en su concretez histórica, a recu- perar de la marginación ciertas existencias, introduciéndolas en el hogar cálido del Padre misericordioso, del que, paradójicamente, habían sido excluidas en nombre de Dios. Su vida en minoridad fue vínculo de comunión y vía de acceso a los menores, y de los menores a Dios. La opción cristiana por los pobres es resultado de una experiencia profunda de Dios, expe- riencia que no puede ocultarse ni ponerse entre paréntesis. Un cris- tiano no puede acercarse a un pobre «como si Dios no existiera», sino «porque Dios existe». Jesús convirtió la minoridad en una vía creíble de encuentro y comunión con los más pobres de la vida, para transmitirles la esperanza y el calor del amor de Dios. 6) L A MINORIDAD DE J ESÚS FUE EXPERIENCIA Y TESTIMONIO DE FE Jesús invita a fundamentar la existencia no tanto en valores transitorios cuanto en la solicitud que el Padre tiene por todas sus criaturas, y especialmente por el hombre (Mt 6,25-34). La experien- cia de un Dios «menor» debe ser el fundamento y el criterio inspira- dor de la «minoridad cristiana». Ésta no tiene como paradigma referente original a los «menores» de este mundo, sino al Dios que se hace «menor» en Jesucristo (Flp 2; Jn 13); pero éstos, los menores de este mundo, son su voz testimonial, los que impiden la «evasión espiritualista» y presentan el espacio de su encarnación. La minoridad es una forma audaz y concreta de visibilizar la fe en la Providencia de Dios: entre ambas existe una profunda interac- ción. La fe hace libre a la minoridad (liberándola de amargura), y la minoridad hace libre a la fe (liberándola de intereses). 906 DOMINGO MONTERO
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