NG200403023

Pero en la escena hay algo más. Jesús pasa en seguida del apre- cio de los niños en sí, a subrayar la significatividad de los mismos: «De los que son como éstos es el reino de Dios». Mientras que los discípulos creen que a Jesús sólo se accede desde la condición personal de adulto, él invierte el planteamiento, recordando a los adultos la necesidad de volver a ser como niños. ¿Una propuesta regresiva? ¿Una postulación del infantilismo? ¡No! En realidad es la propuesta de la conversión; la llamada a aceptar el reino de Dios como gracia, como don, desbaratando toda la teolo- gía farisaica del «mérito». Es la llamada a «nacer de nuevo» (Jn 3,3), «de agua y del Espíritu» (Jn 3,5). El reino de Dios es para los que no tienen reivindicaciones ni esgrimen derechos frente al mismo; para los que se abren a él con- fiada, ilusionada y generosamente; para los que se dejan conducir y construir por la voluntad del Padre; para los que permanentemente viven con los ojos puestos en el Abbá..., como los niños. b) Mc 9,33-37 y paralelos La escena narrada es enormemente sugestiva. Jesús, ante la dis- cusión surgida entre los Doce por la prioridad en el grupo, decide zanjar la cuestión; y lo hace gráficamente. «Tomando a un niño, le estrechó entre sus brazos (precisión ausente en Mt y Lc) y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí». El niño es símbolo de carencia de poder, de fuerza, de autori- dad. Y Jesús mismo se identifica con esas «carencias»; renunciando al poder y la fuerza, «se vació» (Flp 2,7), convirtiéndose en menor (Jn 13,13). El gesto está cargado de resonancias; por un lado encierra una enseñanza eclesial, deshaciendo apetencias y reivindicaciones de privilegio: Dios construye con lo débil (cf. 1Cor 1,27-29); y por otro, una lección cristológica: la opción salvadora de Dios , manifestada en su Hijo, pasa por el anonadamiento y el servicio. Jesús se identi- fica con el «no ser» y el «no tener», y denuncia las pretensiones de «ser» y de «tener». Para hacerlo visible, coloca en el medio a un niño. 902 DOMINGO MONTERO