NG200403023
El pobre que sufre es un «agraciado», no por la situación que sufre, sino por la opción de Dios en su favor. Si esto no fuera una verdad profunda, sería una burla cínica: jugar con la esperanza de los desvalidos; por eso Jesús hizo de esta proclamación el núcleo de su mensaje y la causa de su vida. Las bienaventuranzas son, pues, la principal aportación teológi- ca de Jesús: nos descubre el corazón de Dios, sus preferencias y sufrimientos. De ahí que sean también una denuncia. « He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he escuchado el clamor que les arrancan sus capataces...He bajado para librarle de la mano de los egipcios... » (Ex 3,7-10). Así empezó la liberación de Israel, con una protesta de Dios contra el sufrimiento y la injusticia. « Viendo a la muchedumbre... (Mt 5,1) vejada y oprimida » (Mt 9,36)... Así inicia Jesús la proclamación del Reino. Las bienaventuranzas están, pues, en la misma línea liberacio- nista que la gesta del éxodo y conllevan la misma carga de denun- cia y compromiso. S. Lucas muestra este carácter polémico, insurreccionista, con la adición de las cuatro maldiciones (6,24-26), demostrando que asumir una causa liberadora exige adoptar una actitud demoledora contra el mal, la injusticia... El Dios que nos revelan las bienaventuranzas es un Dios de una gran seriedad ante el dolor humano: misericordioso y justo, pues no hay misericordia sin el restablecimiento de la justicia. Ya los hemos indicado: Dios quiere a los pobres, pero no quiere pobres. Quiere más a los pobres, pero no quiere más pobres. A esto se añade otro aspecto de gran relevancia: las bienaven- turanzas anuncian una nueva era, la del reinado de Dios. Son como la aurora en el amanecer de una nueva humanidad. « El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conver- tíos y creed en la buena noticia «. Así irrumpió Jesús en la historia. Los tiempos del hombre se agotaron sin renovar al hombre; comienza el tiempo de Dios, que tiene como seña de identidad la redención del pobre. Un tiempo cronológico que inaugura Jesús pero que no agota Jesús. A partir de entonces el tiempo se divide en «tiempo de Dios» —tiempo de redención— y «tiempo muerto»— tiempo de no redención—. Tiempos que pueden ser cronológica- 898 DOMINGO MONTERO
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