NG200403023

1) Las Bienaventuranzas Dejando de lado los problemas literarios de las dos recensiones que nos ofrecen los evangelios (Mt 5,1-12 y Lc 6,20-26), que nos advierten de que nos encontramos ante la elaboración literaria y teo- lógica de un núcleo temático anterior que, sin duda, se remonta a Jesús, centraremos la atención en su relevancia histórica y teológica. a) Las bienaventuranza en la persona y actividad de Jesús A quien lee los evangelios con atención no le resulta difícil per- cibir cómo las bienaventuranzas presiden y configuran la tarea y el estilo de Jesús. Él fue pobre (Mt 8,20), manso y humilde (Mt 11,29), tuvo hambre y sed de justicia (Lc 4,16-20), lloró (Lc 19,41), fue mise- ricordioso (Mt 9,13), construyó la paz (Ef 2,14; Jn 14,27), y fue per- seguido y murió por causa del Reino de Dios. Algunos testimonios pueden servir para confirmar estas afirma- ciones: Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,16-21), la respuesta a la legación del Bautista (Mt 11,2-6 y Lc 7,18-23) y la parábola del «jui- cio final» (Mt 25,31- 46) En el primero (Lc 14,16-21) es fácil descubrir a los destinatarios del anuncio de la buena nueva: los marginados e indigentes. El hecho de que Lucas sitúe este episodio al inicio de la actividad pública de Jesús advierte del carácter programático y central que le concede. En la respuesta dada a la legación del Bautista desde la prisión (Mt 11,2-6; Lc 7,18-23) incluye como prueba de su específica misión la opción en favor de los ciegos, cojos, sordos... y pobres, a quienes se anuncia la Buena nueva. En la parábola del «discurso final «reaparecen como paradigmas de la preocupación de Cristo los pobres, los hambrientos, los per- seguidos..., llegando a producirse en este caso no sólo la opción en favor de ellos sino la identificación con ellos. De estos datos, y partiendo de las coincidencias de las relectu- ras mateana y lucana, es posible reconstruir el núcleo y el tono ori- ginal de las bienaventuranzas. 894 DOMINGO MONTERO

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