NG200403023

A) El elogio de lo «menor» B) «Bienaventurados los pobres» A) El elogio de «lo menor» Jesús no se dejó obnubilar por lo grandioso y efectivo; así, valo- ra muy positivamente la ofrenda de la pobre viuda (Mc 12,41-44) o el vaso de agua dado en su nombre (Mc 9,41); invita al abandono en la providencia de Dios, animados por la solicitud que él mani- fiesta por « los lirios del campo » y « las aves del cielo » (Mt 6,25-30); estimula la confianza de sus discípulos con las parábolas del grano de mostaza (Mt 13,31-32) y de la levadura (Mt 13,33); escoge como cabalgadura mesiánica un pollino (Mc 11,1-11)... Obrando de este modo, demuestra la fuerza de lo débil, al tiempo que denuncia la debilidad de la fuerza. En el subrayado de lo cotidiano y minúsculo frente a lo apara- toso y espectacular (cf. Mt 12,38-42; Mc 8,11-12) reside uno de los rasgos del ministerio de Jesús, quien vino a alumbrar, no a deslum- brar a los hombres. Lo menor, lo irrelevante, lo cotidiano y profano es elevado a la categoría de elemento revelador de la Buena noticia. B) «Bienaventurados los pobres» El elogio de «lo menor» culmina en la opción de Jesús por «los menores» de la tierra: publicanos, pecadores, enfermos, mujeres, niños..., lo que no cuenta, lo débil, lo marginal (Cf. 1Cor 1,27-28). Es en la proclamación de las bienaventuranzas (Mt 5,1-12; Lc 6,20-23), en la bendición de Jesús al Padre, por haberse revelado a los humildes (Mt 11,25) y en la propuesta del «niño» como modelo de acogida del Reino donde resuenan con mayor nitidez la opción de Dios por los pobres y menores de este mundo. LA MINORIDAD, UNA OPCIÓN DE DIOS 893

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