NG200403020
idea afirmando que nuestro perfil espiritual último consiste en una cierta escala de valores. Este estrato básico del ser personal condiciona —de un modo que no podemos exponer aquí, ni menos discutir— todas las dimen- siones de nuestra vida: cuanto anhelamos, deseamos y queremos, cuanto percibimos, pensamos y conocemos. Por eso escribe Scheler que «quien tiene el ordo amoris de un hombre, tiene al hombre» (GW 10,348). Esto supuesto, la pregunta por la naturaleza precisa del progre- so moral de la humanidad habrá de contestarse diciendo que ese progreso consiste ante todo en la mejora del ordo amoris de los indi- viduos y colectividades, o lo que es lo mismo, en el enriquecimien- to de la escala de valores que nos constituye íntimamente. Y es que, por lo mismo que la particular escala de valores de un individuo o grupo social no agota el orden objetivo de los valo- res en su integridad, esa escala es siempre susceptible de enrique- cerse con la incorporación de nuevos valores. En esto se funda precisamente el «perspectivismo axiológico» con el que Scheler intenta dar cuenta de la discrepancia de las morales históricas. Los distintos individuos, sociedades y épocas poseerían códigos de con- ducta diferentes debido a que la constelación de valores a que acce- de su respectivo amor es siempre limitada, parcial, y ocurre que de distintos valores se siguen distintos sistemas normativos. La diversi- dad de las morales que se registran en la historia no constituye, por tanto, un argumento en favor del relativismo que niega la objetivi- dad de los valores, sino que se explica por el hecho de que el reino de los valores no se rinde en bloque al primer embate del amor. Según Scheler, ese reino es perfectamente objetivo, «absoluto», y constituye el fundamento de la pretensión de universalidad de cual- quier norma. Pero su conquista es lenta y gradual, es una tarea colectiva en la que cooperan los hombres y los pueblos de todas las épocas aportando cada uno su particular perspectiva del reino de los valores. Estas perspectivas no son excluyentes sino complementa- rias, y en la síntesis de todas ellas ha de verse la meta ideal de la historia. Scheler ha insistido siempre en el papel determinante que en este proceso desempeña el amor. Él es el pionero, el explorador SAN FRANCISCO DE ASÍS VISTO POR MAX SCHELER 819
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