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bolismo» natural, no en términos de alusión o remisión a una reali- dad trascendente, sino en términos de presencia de Dios en la natu- raleza. No verá en la magnificencia de la creación un reflejo de la gloria divina, sino esta misma gloria. En realidad ya no tendrá nin- guna razón para seguir utilizando la palabra «símbolo». Si, pese a ello, continúa haciéndolo, será al alto precio de introducir concep- tos tan inverosímiles como el de un «símbolo en sí mismo». Un segundo síntoma del panteísmo latente en estas páginas lo encontramos en la interpretación de las criaturas como «sacramentos naturales» (GW 7,101), atribuida por Scheler a San Francisco. El con- texto en el que aparece esta expresión muestra que aquí se está pen- sando, no en cualquier sacramento, sino precisamente en el del altar. Según esto, la naturaleza entera es vista en la teología franciscana de la creación como una suerte de eucaristía cósmica. La misma idea había aparecido ya páginas atrás, en un pasaje en el que Scheler pre- senta el pan y el vino de la consagración como el único residuo de la unificación afectiva con el cosmos conservado por el cristianismo: «Los cuerpos naturales ‘vino’ y ‘pan’, transformables [...] sustancial- mente en sangre y cuerpo del Señor, se han convertido en los úni- cos con los que es posible esa clase de ‘unión’ que para el mundo antiguo era posible con el cosmos entero » (GW 7,95). El mérito del franciscanismo consistiría en haber recuperado para el cristianismo la experiencia de la unificación afectiva con el cosmos al advertir que la vida divina alienta en todo ser y acontecer natural. Pero nóte- se que esta recuperación es posible únicamente gracias a que la vida divina es Dios mismo . La expresión «eucaristía cósmica» ha de ser, en efecto, más que una simple metáfora; de lo contrario, el encuentro con los animales, las plantas o los astros no permitiría una vivencia de unificación afectiva equiparable a la que tiene lugar a través del pan y el vino consagrados. La interpretación panteísta se hace por fin explícita cuando Scheler afirma que, caso de haber sido San Francisco teólogo o filó- sofo, hubiera expresado «en conceptos rigurosos» la novedad funda- mental de su visión de Dios y del mundo señalando que el ideal religioso de la imitatio Christi es solidario con la idea de un «continuo hacerse cuerpo [ Verleiblichung ] y hacerse vida [ Verlebendigung ] de Dios Padre en la naturaleza » (GW 7,101). El parecido de esta doctri- na con la metafísica del último Scheler es innegable. Si más arriba 838 LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ

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