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del santo. Pero lejos de conformarse con esta obviedad, arriesga una explicación que tiene el mérito de insertar el fenómeno estudiado en el contexto cultural en el que se produjo: a juicio de nuestro autor, la síntesis franciscana tiene sus raíces últimas en el «movimiento eró- tico de la Provenza» que difundió el ideal del amor cortés y se expre- só artísticamente en la literatura caballeresca y la poesía trovadoresca. No debe olvidarse que San Francisco vivió en pleno «siglo de oro de la caballería» 9 . Tanto los pequeños principados ita- lianos como las más importantes repúblicas del país porfiaban entre sí por ver quién organizaba más espléndidos torneos. Los principa- les trovadores franceses recorrían la península itálica. Por todas par- tes resonaban cantares de gesta, relatos artúricos, hechos de los caballeros de la Tabla Redonda. Y si todos estaban expuestos al influjo de este universo poético, Francisco más que ninguno. Tenía alma de trovador y de hecho parece ser que en los años inmediata- mente anteriores a su conversión no se dedicó a otra cosa que a cul- tivar la gaya ciencia provenzal. Posteriormente había de afirmar que los siervos de Dios no son sino cantores suyos ( joculatori Dei ), des- tinados por Él a recrear con el gozo espiritual el corazón de los hom- bres 10 . Por otra parte, su madre, doña Pica, era natural de la Provenza, lo que explica la familiaridad de Francisco con la lengua y la sensibilidad francesas. Sabemos que le gustaba mucho emplear el francés y que esta lengua fue precisamente la que utilizaba para pedir limosna cuando, peregrino en Roma, dio comienzo a su vida mendicante 11 . Todos estos factores prestan verosimilitud a la hipótesis de un San Francisco profundamente imbuido desde su juventud de esa espléndida creación cultural que es el amor cortés. Y justamente este sentimiento novedoso constituye, a juicio de Scheler, el missing link en la reconstrucción de la génesis psicológica del amor franciscano a la naturaleza. La genialidad de San Francisco —genialidad no bus- cada, ni siquiera consciente— consistiría, según esta interpretación, en haber «vaciado» de su contenido original el sentimiento del amor cortés y haber sabido conservar, pese a ello, su peculiar «ritmo». De 834 LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 9 J. J OERGENSEN , San Francisco de Asís. Su vida y su obra (Tucumán, s.f.) 24. 10 Cf. EP 100. 11 Cf. TC 3,10.

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