NG200403020

De este sentimiento compartido se distingue claramente la «sim- patía» propiamente dicha ( Mitgefühl ). Se trata de un sentimiento que tiene por objeto un sentimiento ajeno (o bien al sujeto de este sen- timiento). Pensemos en alguien que contempla la escena de dolor antes descrita y siente compasión hacia los padres que han perdido a su hijo querido. La compasión, que es una forma de simpatía en este sentido, se dirige como tal al dolor de los padres, no al hecho luctuoso que ha suscitado ese dolor. Prueba de ello es que cabe compadecer a quien vemos abatido antes de saber cuál es la causa de su abatimiento. Una tercera forma de simpatía, tomado este término en sentido lato, es el «contagio afectivo» ( Gefühlsansteckung ). Scheler propone, entre otros, el ejemplo de quien, habiendo llegado triste a una fies- ta, no tarda en animarse debido al ambiente alegre que allí reina. Parece adecuado hablar precisamente de contagio, puesto que el proceso es involuntario e incluso inconsciente. Quien sufre el con- tagio no tiene por qué tener noticia del estado afectivo que atravie- sa el sujeto o sujetos de quienes procede el sentimiento que a él ahora le invade. Es más, ni siquiera es necesario que estén presen- tes tales sujetos dotados de vivencias emocionales contagiosas, pues el proceso puede ser desencadenado por la captación de sentimien- tos objetivados en realidades impersonales. Me puede contagiar la alegría de una habitación amplia, luminosa, aireada, como también puedo contagiarme de «la agria melancolía de tus ciudades, Castilla». Los más conocidos tratamientos anteriores del tema que esta- mos considerando adolecen, según Scheler, del grave defecto de confundir la simpatía sensu stricto y el contagio afectivo. Esto expli- ca el intento, llevado a cabo por Darwin y Spencer, de entender la simpatía como un derivado genético de las conductas gregarias de ciertas especies animales que viven en manadas guiadas por un líder. Un eslabón intermedio entre la conducta del animal gregario y la simpatía humana lo constituirían los fenómenos de contagio afec- tivo estudiados por la psicología de masas, pues el hombre-masa es el hombre deshumanizado, el que más escalones ha descendido hacia la animalidad. Y también se explica de este modo la enemiga de Nietzsche contra la compasión, a la que, lejos de reconocer méri- to moral, condena sin paliativos. En efecto, si en la compasión no se ve un fenómeno de simpatía sino un mero contagio del dolor del 828 LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ

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