NG200403020

cípulo considera verdadera. En realidad no es necesario ni tampoco posible —advertirá Scheler mirando de reojo a Kant— comparar al santo originario con una norma o ideal, pues él es la norma. «Cristo no ‘tiene’ la verdad, ‘ es ’ la verdad, y además en su plena concreción» (GW 6,89). No tiene sentido, por tanto, declarar irrelevante el hecho de la existencia histórica de Jesús aduciendo que lo único decisivo es su doctrina, pues Él es su doctrina. Escamotear la persona con- creta de Cristo es liquidar la verdad del cristianismo. Pero ¿cómo accederá a esa verdad quien no pertenezca a la pri- mera generación de discípulos, la de los que conocieron personal- mente al santo originario? No por el conocimiento de su doctrina, pues hemos visto que su doctrina no es sino Él mismo, a quien pre- cisamente no hemos conocido. Ni a través de sus hechos, que nos llegan rodeados de penumbra histórica. Ni por el estudio de la teo- logía, que es siempre un momento segundo respecto a la religión. ¿Cómo entonces? Scheler contesta que es posible acceder de mane- ra directa, intuitiva, a la persona de Cristo gracias a que «el santo está verdaderamente presente en sus discípulos y vive verdaderamente en ellos» (GW 10,283). Tal presencia es posible merced a la transformación óntica que se opera en el alma del «santo que sigue»: el discípulo se identifica con su Maestro y reproduce su figura espiritual en el material psí- quico de sus propias vivencias. No es que se contagie, ni que imite los gestos del Maestro, ni que se compadezca de su dolor o se con- gratule de su alegría; sino que vive-con-él la vida de su espíritu, sobre todo ama con su mismo amor. Estamos ante «una genuina identificación de la esencia y la figura [...] de la persona de Cristo con la propia persona; no en el sentido de un mero saber y ‘ser consciente’, sino de un devenir , un transformarse , un conformarse de la propia sustancia personal con la persona de Cristo; en suma: de un proceso óntico» (GW 7,96). En los escritos de Scheler apare- ce San Pablo repetidamente como paradigma de este proceso. Las palabras dirigidas a los gálatas: «no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» serían la cifra perfecta de la identificación en que con- siste el seguimiento. A diferencia del historiador, que sólo puede acceder «desde fuera» a la realidad personal del santo originario, el discípulo «salta» al centro personal del Maestro y a partir de ese instante vive «desde» SAN FRANCISCO DE ASÍS VISTO POR MAX SCHELER 825

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