NG200403019
la clave de todo estará en el hombre, en el tipo de nuevo modo de ser hombre que se logre. Desde la perspectiva, pues, del “nuevo humanismo” que se propone va hecha la opción de los tres ejem- plos a que me refiero ahora. Por comodidad práctica, y simplemen- te para entendernos, podríamos decir que esos tres ejemplos se identifican así: el primero, una corriente, de vastas proporciones, con un soporte sobre todo socio-antropológico (de signo laico, secu- lar); el segundo, una corriente, de menos espesor numérico, con un soporte filosófico-cristiano (de signo religioso, abierta a la trascen- dencia); y el tercero, una corriente, de momento la más reducida, con un soporte ecléctico a base de una fuerte plataforma filosófico- religiosa (de signo interreligioso). • Humanismo “laico”: Cabría reagrupar en esta corriente diver- sas tendencias que afrontan el tema del hombre de hoy y del maña- na a la luz de muchos presupuestos análogos, pero, de hecho, me limitaré a simplificar todo refiriéndome a un hombre símbolo: Edgar Morin (1921), francés, de ascendencia sefardí, universalmente reco- nocido como un auténtico clásico y el “padre de la cultura de la complejidad”. Desde unas perspectivas multiculturales espléndidas —como sociólogo, epistemólogo, filósofo y psicólogo...— ha dado vida a una especie de “carta de identidad” del hombre nuevo y de su Tierra-Patria en vista del futuro de nuestro mundo a nivel plane- tario. Con gran rigor y seriedad, sus diversas publicaciones abarcan el universo de saberes y retos que caracterizan nuestra época, diag- nosticando con lucidez de experto los problemas que se nos irán presentando como efecto de la interdependencia irreversible entre los varios campos de la cultura, la economía, la política, la ciencia, la sociología —y en cierto modo incluso, sin profundizar debida- mente, en el área de las religiones— que va esbozando así el mapa de la convivencia humana del futuro. El núcleo central de esta corriente, liberal y eminentemente vital y existencialista, está en individuar la identidad integral del hombre, sobre todo en sus aspectos biológicos, subjetivos y sociales. Toda la obra de este maestro tiene como “obsesión principal” la condición humana: conocerla bien para salvarla mejor. Seguimos siendo — como decía Pascal y repite Morin— un gran misterio para nosotros mismos; y por eso, sobre todo en momentos históricos como el actual, se impone un esfuerzo interdisciplinar bien coordinado para NATURALEZA Y GRACIA EN SAN FRANCISCO DE ASÍS 787
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