NG200403019
CONCLUSIÓN Una cosa es teorizar sobre los problemas que presenta la iden- tidad del “hombre nuevo” en el mundo globalizado y planetario de hoy y otra constatar y analizar la experiencia de un “hombre nuevo” del espesor y la originalidad de Francisco. Después de todo, “lo ver- daderamente típico es también universal” 66 y “Francisco no es un hombre del pasado, es un hombre del futuro” 67 . Me pregunto: ¿No sería interesante completar las grandes propuestas doctrinales sobre la “humanización de la humanidad” con ejemplos históricos concre- tos, de carne y hueso, de ese teórico humanismo? Y ¿no sería posi- ble resumir en un esquema simplicísimo al alcance de todos, siquiera por motivos metodológicos y didácticos, la fórmula-síntesis de esos sistemas complicados y de alta cultura sobre el hombre de hoy y del futuro, propios sólo, en buena parte, para diálogos entre expertos? Valga como ejemplo este realista, delicioso y antiquísimo escri- to hebreo, del siglo IV antes de Cristo. “Hay cuatro modos de ser hombre: Primero: Aquel que dice: ‘lo que es mío es mio y lo que es tuyo es tuyo’. El modelo del “indiferente”, que hace saltar todos los puentes del amor y de la afectividad con los otros. Segundo: Aquel que dice: ‘lo que es mío es mío y lo que es tuyo es mío’. El modelo del “instrumentalizador”, que se mueve en función de un amor posesi- vo, egocéntrico, individualista. Tercero: Aquel que dice: ‘lo que es mío es tuyo y lo que es tuyo es mío’. El modelo del “amigo”, que se mueve dentro de los esquemas de un amor recíproco. Cuarto: Aquel que dice: ‘lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo’. El modelo de la “gratui- dad”, que se mueve dentro de los esquemas del amor oblativo, com- pletamente altruista y desinteresado. He aquí una síntesis original, sugestiva y provocadora a la mano de cualquiera. Y valga también, para concluir, el ejemplo vivo y transparente de Francisco, el hombre que intuyó la identidad de Dios y volcó el corazón en Él con un amor puro y total, sin mancilla alguna egoís- ta; quien encarnó a pleno en su vida el sentido de aquella hermosa plegaria: “No me tienes que dar porque te quiera;/ pues aunque lo NATURALEZA Y GRACIA EN SAN FRANCISCO DE ASÍS 813 66 Cf. E. MORIN, Diálogo 1. 67 E. BALDUCCI, O.c., 177.
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