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las consecuencias” 39 . Lo que se comprende mejor poniéndolo a con- traluz de esta sentida súplica que ha estampado al final del prólogo: “¡Francisco, ayúdanos a ser auténticos hombres!” 40 . Esta prueba del impacto que sigue causando la figura universal de Francisco responde, sobre todo, al tipo de personalidad que ha encarnado este hombre y cristiano de la Edad Media. Francisco ha logrado integrar en su vida, de manera eminente, lo más esencial del ser hombre —amor y libertad—con lo absoluto cristiano: Jesús de Nazaret, imagen del Padre —y por tanto amor y libertad— de la forma más unificante y coherente, sencilla y simplificadora. Un insig- ne historiador ha dicho que “la personalidad de Francisco es tan sim- ple, tan pura, tan directa, que es comprensible a todos” 41 . Y el conocido pensador Louis Lavelle, en un estudio sobre la identidad de este santo, dice que en la espiritualidad franciscana se encuentra tal vez la espiritualidad sin adjetivos “en el estado casi puro” y que es algo que supone el retorno a una situación de sencillez y con- fianza, donde Dios se percibe más directamente y está más cercano y más activo 42 . Premisa Para comprender mejor la dialéctica interna del binomio “natu- raleza y gracia” en la persona de un santo, quisiera poner de relie- ve, antes de nada, unos subrayados significativos. • Según el clásico principio teológico, la gracia ordena y per- fecciona la naturaleza de la persona. La santidad es un logro que se adquiere en la tierra como fruto de un potencial humano que se desarrolla en fidelidad a la voluntad de Dios y es sostenido por los dones de su Espíritu. De aquí que no haya dos santos iguales y que la imagen de un santo no sirva, propiamente hablando, de modelo para otros. El ejemplo del santo avala a los demás la posibilidad de serlo también, apro- vechando los propios dones de naturaleza y gracia, y ayuda 802 FRANCISCO IGLESIAS 39 A. JACQUARD, La preocupación por los pobres (Barcelona 1996) 115. 40 ID., 11. 41 J. LORTZ, Histoire de l’ Église (Paris 1955) 154. 42 L. LAVELLE, Quatre Saints (= QS) (Paris 1951) 60.
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