NG200403019
6º. Una idea clave de este humanismo “interreligioso” —que se ins- pira en creencias e ideas afines, e incluso idénticas, del “hom- bre religioso” en diversas culturas del mundo— es la que se refiere a la dialéctica de la conversión formativa permanente de la persona, que debe combinar, a fin de cuentas, estas dos cosas correlativas: cultivo del proprio “yo”, en lo que tiene de positi- va capacidad de amar a Dios y, en El y desde El, a los demás, y bloqueo sistemático a todas las pulsiones de nuestro “ego- centrismo”. O en otras palabras: ser auténticamente “libres”, para “amar”; empeñarse por convertir el amor proprio, inclina- ción inmanente en nosotros, en amor “agape”, desinteresado y total. Entender la personalidad como aprehensión egocéntrica de la personalidad del yo representa una forma de cautiverio o autoapego; y una forma de comprometer el verdadero naci- miento de Dios en el alma, la identificación de nuestra volun- tad con la suya, el perfecto amor a El. En suma, la liberación radical del egocentrismo nos permite encontrarnos a nosotros mismos “al regresar a casa con las manos vacías, perfectamen- te libres de preocupaciones” 36 . Concluyo. Una historia comparada de las grandes religiones puede ofrecer, desde las mismas raíces de “lo sagrado encarnado en el hombre”, horizontes amplios y sorpresivos para la globalización de un nuevo tipo de humanismo: abierto a la transcendencia y fun- damentado en la voluntad, el amor y la libertad de Dios y —a su imagen y semejanza— en la voluntad, el amor y la libertad del hom- bre 37 . El profesor Nishitani recuerda las figuras de Moisés, de los profetas, de Pablo y san Francisco, modelos de personas que han vivido una transcendencia de Dios entrañablemente cercana y vital, hasta en las nimiedades de la vida cotidiana; cosa que duda (lo pone con interrogación) sea en realidad un hecho común entre los cris- tianos. Y la verdad es que “donde quiera que nos dirijamos, nos encontramos cara a cara con Dios. Es decir, el Dios, ante quien toda la creación es como nada, se hace presente a través de toda la cre- ación. El cristiano debe ser capaz de recoger un guijarro o una briz- na de hierba y ver el mismo fuego arrollador de Dios y la misma 800 FRANCISCO IGLESIAS 36 ID., 62, 112, 144, 148, 150, 187, 208, 249 ss., 256, 263 ss., 297, 353. 37 ID., 300 ss., 317.
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