NG200403019
una “comunidad personalista”, que cabría definir como “una perso- na de personas” o una “persona personal”. Desde este punto de vista, la revolución comunitaria o personalista debe tender a realizar en la historia humana, según el espíritu del cristianismo, el reino de Dios. Encontrando, pues, la comunión inserta en el corazón mismo de la persona, integrante de su misma existencia, Emmanuel Mounier promueve un mensaje extraño en un ambiente dominado por un materialismo pretendidamente científico: la mística revolu- cionaria del “primado de lo espiritual”, de la “revolución moral”, de la “técnica de los medios espirituales”. Sólo aquel que ha penetrado bastante profundamente en Dios es capaz de amar a todos los hom- bres 17 . Persona, comunidad, amor: El último secreto de la dinámica del personalismo comunitario —además de Dios— es el amor. El hecho primario del cual toma conciencia el personalismo se resume en que la persona es por naturaleza comunicable, que es una pre- sencia directa hacia el mundo y hacia las otras personas. Casi podría decirse que el hombre existe en la medida en que existe para los otros. El camino esencial de un mundo de personas no es la per- cepción aislada de sí (“cogito”) ni el afán de sí egocéntrico, sino la comunicación de las conciencias, la reciprocidad de las conciencias: la comunicación de las existencias, la existencia con el otro, la co- existencia, informada y vivificada sustancialmente por el amor. “El acto de amor es la certidumbre más fuerte del hombre, el ‘cogito’ existencial irrefutable: Amo, luego soy y la vida vale (la pena de ser vivida)... El amor es la unidad de la comunidad como la vocación es la unidad de la persona. No se añade como un lujo, sin él la comu- nidad no existe. Es necesario ir más lejos. Sin él las personas no con- siguen llegar a ser ellas mismas. Cuanto más extraños me son los otros, más extraño soy para mí mismo. Toda la humanidad es una inmensa conspiración de amor volcada sobre cada uno de sus miem- bros. Pero a veces faltan los conspiradores” 18 . Esta visión del amor se inspira siempre, no solo en la identidad antropológica de la per- sona, sino también, y sobre todo, en el bagaje cultural y vivencial profundamente cristiano de Emmanuel Mounier. Al hablar del deber 792 FRANCISCO IGLESIAS 17 ID., I, 219 ss., 226 ss., 230, 237,620, 636. 18 ID., I, 228. ID., (Salamanca 1990) III, 227 s., 276 ss., 476 ss.
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