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se vea más palpablemente la fuerza misteriosa y trascendente de la superhistoria de la salvación. En otras palabras, el hombre nace al mundo «no salvado», en cuanto desligado de la orientación positiva respecto de su fin últi- mo. Su naturaleza, que implica una voluntad esencialmente libre, entra, al nacer, en la esfera del viejo Adán —como quiera que se interprete 5 —, que deberá ser superada por un renacimiento a la esfera salvífica del nuevo Adán, Jesucristo. Se podría ver aquí un reflejo de lo dicho por San Pablo de que «Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia» ( Rm 11,32) y exclamar sin más pretensiones racionalísticas: «¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!» ( Rm 11,33). Efectivamente, la situación del hombre que nace al mundo «hijo de ira por naturaleza» ( Ef 2,3) es un misterio precisamente por su referencia negativa a la bondad gratuita de Dios para con el hom- bre. Que tal situación haya recibido el nombre de «pecado», avalado por el texto paulino en Rm 5,12-17, es sólo una analogía con el pecado como transgresión activa personal del precepto divino. También se llamará, sobre todo en la teología griega 6 , «muerte espi- 750 BERNARDINO DE ARMELLADA 5 Sobre el tema del monogenismo y poligenismo advierte Ch. Baumgartner: «Tout ce que le théologien, à partir de ses principes et d’une réflexion nouvelle sur les données de la Révélation, stimulée par l’état actuel des sciences naturelles et les résultats de l’exégèse critique, pourrait affirmer avec certitude, se réduirait peut-être finalement à ceci: Si le péché et la mort sont entrés dans le monde, c’est par la faute d’Adam, à savoir par la faute de l’homme, survenue au commencement de l’histoi- re, dès après sa création; ce n’est pas Dieu qui est responsable de notre condition de misère et de péché, c’est la liberté humaine, en révolte contre lui, dès les origi- nes». Ch. B AUMGARTNER , Le péché originel (París 1969) 129 y ss. 6 La ilusión de que sólo en occidente, y por iniciativa de San Agustín, se inventa el «mito» del pecado original, mientras que en oriente no se conoce tal rea- lidad, no sólo contradice la doctrina tradicional de la Iglesia, sino que de un modo acrítico se pasa por alto que el término «pecado», aplicado a la situación original del hombre histórico, es una expresión analógica, que ha tenido otras expresiones equi- valentes. Concretamente en oriente se llamó, ya antes de San Agustín, «estado de muerte espiritual» (por lo que nuestra naturaleza de «hijos de ira» [Ef 2,3] necesita, para renacer sobrenaturalmente [Jn 3,5], la gracia santificante, de por sí condiciona- da a los medios establecidos por Jesucristo). Remitiendo a textos de S. Ireneo ( Adv.

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