NG200403018

En el mundo de la reflexión, el ‘porqué’ de las cosas buenas, su causa o razón última, quedaría en cierto modo para los filósofos especializados. Los demás nos contentamos con gozar de ellas. Pero el ‘porqué’ de nuestros males es el que se hace pregunta inquietan- te en el filósofo de las inmediateces profundas, que somos todos. En realidad buscamos el ‘porqué’, no tanto para saberlo, cuanto para averiguar el modo de prevenir y, en lo posible, de evitar lo negati- vo y doloroso que nos aflige o nos acecha. En este panorama humano ineludible de las preguntas serias, el ‘porqué’ de las cosas buenas se remonta con claridad serena y sere- nante al Principio bueno, que situamos en una eternidad sin princi- pio: el Dios bueno y omnipotente. Mas este ‘porqué’, de regreso con su luz sobre la vida y su sentido, se encuentra con oscuridades que la mente humana se siente incapaz de iluminar. Es el otro ‘porqué’: ¿Por qué el mal, la muerte, la maldad del corazón humano? Llegar a una causa absolutamente primera del mal, sólo podría ser Dios, sería en realidad la destrucción del mismo Dios: dejaría de ser bueno y omnipotente, no sería Dios. Y no sólo el bien, también el mal seguiría sin explicación. 2. LA TRAMPA DEL DUALISMO En un momento, la perspicacia filosófica intentó refugiarse en un dualismo de lucha primordial entre el espíritu y la materia, iden- tificados respectivamente con la luz y la oscuridad. El Dios infinito y bueno (Luz), al crear a los hombres tuvo que valerse inicialmente de la materia, eterna como él y mala en su oscuridad. Así, cada hom- bre resultó ser una mezcla de luz, como proveniente de Dios, y de oscuridad material (de bien y de mal). La salvación consistiría en eli- minar de sí mismo la materia —el cuerpo y lo sensible—para ser todo luz: un simple y a la vez trabajoso proceso de iluminación inte- lectual. Algo así era la idea gnóstica, recogida con especial entusias- mo por el maniqueísmo. Precisamente uno de los pensadores más geniales de la histo- ria, Agustín de Hipona, ante el desafío del problema del mal, se sin- tió cautivado por la visión maniquea. Pronto, sin embargo, se dio cuenta de que tras una apariencia de solución se ocultaba el absur- EL PECADO ORIGINAL EN LECTURA ESCOTISTA 747

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