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dad y la ciencia, su medio, a la que el lenguaje también pertenece, es una misma. Nunca aparece c£rij en san Mateo ni en san Marcos. Cuatro veces en el Evangelio de san Juan y sólo en el capítulo primero; tres en el Evangelio de san Lucas y once en los Hechos, observando que, como historiador, se mueve en el círculo intelectual de san Pablo; diez en san Pedro y una sola vez en la Epístola de san Judas. La des- proporción en el uso de este término salvífico revela claramente una preocupación insistente del Apóstol Pablo. Importante en el aspec- to filológico o literario es el ritmo en que lo realza, como hemos mostrado en nuestros comentarios dentro de la Facultad de Filología Bíblica Trilingüe en la Universidad Pontificia de Salamanca. Tal dis- posición indica, por supuesto, y esto es ya un aspecto doctrinal, que la gracia es una de las dádivas divinas más grandiosas, si no la mayor de la fe cristiana. Por otra parte, en la mayoría de sus saludos epistolares, san Pablo augura también la paz, e„r»nh, a sus destinatarios, una aspira- ción permanente deseada por todos los pueblos. Ya desde Homero fue asimismo valorada la paz, aunque él cante la guerra entre troya- nos y griegos, para vengar, en la ficción poética, el agravio infligido por Paris a la ley sagrada de la hospitalidad con el mítico rapto de Helena. Pero es significativo que, al final de la Odisea , tras la terri- ble matanza que hace Odiseo contra los pretendientes de Penélope, el padre de los dioses, Zeus, diga conciliante a su hija Atenea: « Queremos borrar del recuerdo la muerte de hijos/ y hermanos: ¡que prosperen riqueza y paz abundante!» (Canto 24, 484-485). Con mayor profundidad establece el poeta Hesíodo (s. VII a. d. Cr.), que las Horas, diosas de segundo rango, son tres: Dike, Eunomía y Eirene. Son hermanas y son hijas de Zeus y de Themis, esto es, hijas del supremo dios olímpico y de la Ley. Hoy podemos traducirlas como la Justicia, el Orden (Buena Ley) y la Paz. Todas tres personificadas como potencias divinas y dones olímpicos. Lógicamente, según el antiguo pensar griego, la Paz aparece en ter- cer lugar, como fruto de la Justicia y del Orden, de una buena legis- lación. Recuerda la frase de Isaías —lema que en su escudo papal quiso llevar Pío XII: Opus iustitiae pax, «La Paz es obra de la CONCEPTO PRECRISTIANO DE c£rij GRACIA… 711
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