NG200403016
Hera, esposa del padre de los dioses, ataviada de luz y alegría, sale de su joyelero y tocador, emitiendo los deslumbrantes destellos de la gracia con que se viste 2 . Con esta representación griega rima el rico simbolismo de la luz evangélica: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 16). «Así brille vuestra luz delante de los hombres, de modo que vean vuestras bue- nas obras ( ib. , v.16), la luz de la gracia divina, que es una fuerza operante. Si c£rij es primeramente gracia, brillo y alegría exterior, se la imagina como un vestido o hábito que rodea graciosamente a la persona, agraciada por esta aparición. Con esta concepción con- cuerda también el pasaje del Evangelio: «Comensal, ¿cómo entraste acá, no teniendo traje de boda?» (Mt 22, 12). ¡Sin el atuendo de la gracia! De ahí ha derivado en Teología la designación de « gracia habitual », permanente en sentido intrínseco, por la imagen del ves- tido. Pero la diferencia consiste en que, respecto al sentido general griego de gracia, con matices internos y externos, la gracia es en el Cristianismo algo totalmente interno, que reside en el alma. Pero también en la literatura griega encontramos pasajes cen- trales, entre otros muchos, sobre la c£rij- gracia , en los que se reve- la la significación sobrenatural, que fija definitivamente el Nuevo Testamento. Nos referimos a Odisea II, 1-13: Cuando se levanta en el cielo la aurora de rosados dedos, sincrónicamente surge de su lecho el Príncipe Telémaco, que se viste y cuelga de sus hombros la reluciente espada. Manda a los heraldos convocar para la asamblea 2 Ilíada 14, 166-183: «Y ella entró a su alcoba nupcial, que le había cons- truído su hijo/ Hefesto con puertas unidas a firmes columnas/, y el secreto cerrojo que no abría ningún otro dios /. Allí entró ella y cerró las puertas brillantes/. Con ambrosía primero de su piel deseable toda impureza/ limpió, y pingüemente se ungió con aceite, inmortal, perfumado/, que para sí entonces estaba dispuesto/. Y esparciéndose éste por la estancia de suelo broncíneo de Zeus/, la fragancia llegó por entero a la tierra y al cielo/. Después que con él ungido se había el cutis her- moso, y los cabellos/ peinado, con sus manos trenzó los espléndidos rizos/, her- mosos, divinos, que de su cabeza inmortal descendían/. Y luego vistiose el peplo admirable, que Atenea/ le tejió con esmero, y bordado con arte de muchos ornatos/; y lo sujetó a su pecho con broches de oro/. Y se ciñó el cinturón de cien borlas pro- visto/. Y unos pendientes llegaron después a sus lóbulos bien perforados/, con tres perlas del color de la mora: y una gracia infinita de ella irradiaba». CONCEPTO PRECRISTIANO DE c£rij GRACIA ... 705
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