NG200403015

deja de ser un acto de desmesura intelectual y volitiva. Pero el Tridentino no conocía semejante uso de la palabra «dogma». Lo que sí hizo es imponer la doctrina del PO, estimada como segura, necesaria y provechosa para la Iglesia, imponerla como «precepto doctrinal» obligatorio de aceptar para toda la Comunidad católica 3 . C. La doctrina del pecado original como «precepto doctrinal» . Tal es la única calificación correcta que hay que dar a esta doctrina. Es decir, el PO es una conclusión teológica impuesta por el Tridentino como obligatoria de creer,porque la juzgó necesaria para salvaguardar el dogma nuclear de la universalidad de la acción redentora d Cristo. Por consiguiente, si alguien explica correcta e íntegramente la universalidad de la Gracia sin recurrir a la teoría (teologúmeno) del PO, no está obligado a seguir el precepto doctrinal del Tridentino sobre el PO. La doctrina del PO ya en san Agustín y luego en Trento tiene una función subsidiaria, ancilar, de apoyo al dogma basilar de la universalidad y necesidad de la Gracia. Pero esta dogma basilar del Cristianismo puede ser salvaguardado por otros caminos más seguros y llanos, dentro de la ortodoxia católica, sin recurrir a la teoría del PO 4 . 3. ¿ES POSIBLE CREER EN DIOS Y CREER EN EL PECADO ORIGINAL? En un primer momento podría parecer que se establece una relación demasiado lejana, demasiado imprecisa, y demasiado solemne entre la doctrina del PO (a la que hemos calificado de conclusión teológica, de teologúmeno) y la fe en la existencia de Dios. Sin embargo, hace más de 15 siglos que la doctrina sobre el PO se discutía en torno al concepto mismo de Dios. En los primeras décadas del siglo V el obispo de Hipona, Agustín, y el obispo pelagiano, Julián de Eclana, mantuvieron una PREGUNTAS «ESCANDALOSAS» SOBRE EL PECADO ORIGINAL 691 3 Un explicación breve, pero con documentación de apoyo, puede verse en A. de V ILLALMONTE , El mito, la filosofía, la teología, cita en nota 1, 452, 401-468. 4 He explicado con mayor detención esta afirmación en el artículo Qué enseña Trento sobre el pecado original, en Naturaleza y Gracia 29 (1979) 167-248 . ID., Cristianismo sin pecado original (Salamanca 1999) 81-99.

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