NG200403014

uno de los dos términos se hallan subyacentes dos filosofías y dos mundos distintos. Es inmortal lo que no puede morir; lo inmortal es sinónimo de «no mortal»; los inmortales no pueden morir; Dios no puede morir; las almas no pueden morir. Estamos en la entraña misma de la filosofía platónica : el hombre es dos cosas: cuerpo y alma. El alma es inmortal. La inmortalidad es un concepto filosófico de Platón. El pensamiento bíblico cristiano no es platónico; no es dualista; niega la dicotomía platónica; afirma el monismo: el hombre no es dos, sino uno, un yo, una vida. El alma, también el alma, es mortal 5 . La resurrección no tiene nada que ver con la inmortalidad. Más aún, la niega. Al menos teológicamente. La resurrección presupone la muerte. Por eso lo inmortal no puede resucitar . Dios no ha resu- citado nunca ni puede hacerlo. Nos referimos, naturalmente, al Dios Padre, creador... No nos referimos a Jesús. Jesús pudo resucitar por- que había muerto. Nosotros resucitaremos porque somos mortales. La resurrección es la quintaesencia del pensamiento cristiano. Todo el N.T gira en torno a ella. Las dos palabras condicionan, por tanto, el concepto de salvación . Situados ante este concepto enigmático, ¿qué es lo que nos decidiríamos a salvar? No intentaríamos salvar el cuerpo porque, según la filosofía platónica, es material, extenso, mortal, corrupto. En buena parte coincidimos con ella. Añadiríamos que nuestro desinterés por él estaría justificado porque el cuerpo lle- vado al otro mundo seguiría desmoronándose, el tiempo lo erosio- naría acabando con él. ¿Intentaríamos salvar el alma? Pero, no sabemos muy bien lo que es, aparte de ser un invento de Platón. Tampoco nos ofrece interés. ¿Centraríamos nuestro interés en la familia? Tropezaríamos con la idea de que la salvación es personal e intransferible. El hombre debe salvar aquello que constituye su propio ser, su identidad más específica. Ahora bien, el Ser del hombre es la Infinitud . Por tanto, el hombre que se quedara en hombre, no sería Hombre. El hombre solamente es Hombre en la medida en que abre sus horizontes hasta el Infinito, en la medida en que va diciendo «no es eso» a cada situación. Y como el Infinito es Dios, he aquí, por REVISIÓN BÍBLICO-FILOSÓFICA DE LOS NOVÍSIMOS 667 5 A. E. T AYLOR , Platone, l’uomo e l’opera (Florencia 1968) 227; W. E ICHRODT , O.c. , ib .

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