NG200403014

jugando cartas sucesivas a lo largo del mismo teniendo en cuenta lo realizado en él: aplicación, interés, comportamiento, actitud activa o pasiva, asimilación de la materia, constancia en el trabajo, seriedad en la asistencia a clase, colaboración con los demás trabajos comu- nes con los demás alumnos. Jugárselo todo a una carta es lo que llamamos examen final . Todo depende de él. El curso se arriesga en los minutos que dura el examen y en la suerte con que aparecen los temas. Una mala suer- te o el hecho de «quedarse en blanco» haría peligrar gravemente el curso. En la evaluación progresiva o permanente, el profesor va conociendo, día a día, el aprovechamiento del alumno y lo evalúa de forma progresiva, de tal manera que el momento último no tiene valor decisivo. La asignatura o el curso como tal ya han sido apro- bados, con nota alta o baja, a lo largo del curso. Un traspiés en el último momento no varía sustancialmente la evaluación alcanzada a lo largo del curso académico. ¿Puede trasladarse esta terminología académica, la opción ante el riesgo momentáneo o la serenidad de toda la vida , a la evaluación de la vida cristiana?. Creemos que sí. Durante mucho tiempo —uti- lizando el siglo como unidad de medida- se funcionó con el sistema del único examen final. Es el sistema todavía vigente en muchos ámbitos del pensamiento cristiano. El examen final —el juicio últi- mo, el juicio final- decide el quehacer de todo el curso, que dura la vida entera. Día decisorio, terrible, pavoroso, estremecedor, angus- tioso, dies irae , dies illa ...! De él depende la vida o la muerte, la salud o la desgracia, la dicha o el tormento; la vida, la luz y la ver- dad o la muerte, las tinieblas o la mentira. Ahí están como testigos cualificados de esta forma de pensar los rituales funerarios, los homiliarios respectivos, los textos de teología y los libros de vida espiritual marcados por esta mentalidad 17 . No olvidemos los magníficos y estremecedores «misereres» de los grandes compositores de música sacra o los Libera me , como el de T.L. de Victoria, con su inmensa gravedad, trascendencia y dra- 680 FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS 17 W. T RILLING , Jesús y los problemas de su historicidad ( Barcelona, 1970), 128- 133; C. H. D ODD , Las Parábolas del Reino (Madrid 1974) 101; G. B ORNKAMM , Jesús de Nazaret (Salamanca 1975) 98-99; E. L OHMEYER , Das Evangelium des Markus (Göttingen 1967) 328-329.

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