NG200403014
sobre una realidad difícilmente imaginable. Son imágenes frecuentes en la época del Nuevo Testamento. Pertenece a la imaginería apocalíptica la asamblea universal de los pueblos ante el Hijo del hombre, que aparecerá en su calidad de juez; el modo de la misma, que incluye como vehículo necesario las nubes del cielo; la banda de música que le precede con las trompe- tas y su sonido penetrante para que sea oído en los cuatro confines de la tierra; los ángeles que el Hijo del hombre trae como acompa- ñantes excepcionales, que tienen doble función: resaltar la figura central del cuadro y reunir a todas las gentes ante él; la resurrección de todos los muertos para que acudan al tribunal de justicia estén donde estén; el trono instalado para que se siente el Juez y sea visto y oído por todos; la catalogación de los reunidos entre las ovejas, que se salvan, y los cabritos —en la época eran considerados como animales de escaso valor- que son excluidos; las obras realizadas u omitidas que justifican el destino feliz o desdichado de los reunidos; la consulta del libro de la vida y de los distintos libros de contabili- dad (Ap 20,12) en los que aparecen detalladas las obras buenas o malas de los hombres, de todos sin excepción. Todo esto es fruto de la imaginería apocalíptica La adaptación de esta imaginería apocalíptica a la mentalidad del hombre de hoy sería sintéticamente la siguiente: El último día es aquel en el que vivimos, que fue inaugurado con la presencia de Cristo. No olvidemos que él es el Èsjaton . Nuestro último día, mi último día , será el día de nuestra muer- te, cuando tenga lugar nuestro último encuentro con el Señor duran- te esta existencia terrena. El juicio último será el resultado de una evaluación progresiva que vamos haciendo día tras día con nuestra conducta en el ejerci- cio de nuestra fe. Termina el día de nuestra muerte. El que cree ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5,24), y eso es lo que significa la apertura de los sepulcros. El sonido de las trompetas y la intervención de los ángeles , expresan la certeza de la vida futura o la exclusión o auto-exclusión de la misma exactamente lo mismo que la decisión del Hijo del hom- bre. (¡Eso sí que es palabra de Dios!). 678 FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS
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