NG200403014
sobria, a la que pocas veces recurre, recordemos que nos habla de un cuerpo espiritual ; que afirma la participación en la vida nueva y su transformación en una criatura nueva ya desde el inicio de la fe; las palabras del cuarto evangelio , que nos asegura que el que cree ha pasado de la muerte a la vida... y un espigueo a lo largo del Nuevo Testamento nos llevará a la misma conclusión. Todo esto —y no los ritos fúnebres celebrados en su forma actual absolutamente rechaza- ble- es lo que constituye los verdaderos lugares teológicos. Esta es nuestra fe y los lugares teológicos absolutamente ver- daderos los tenemos aquí , no en las adherencias culturales que se han pegado a la fe tan fuertemente que hoy resulta difícil y doloro- so separarlas de ella. No debiéramos olvidar que una cosa es la fe, que es absoluta e inmutable, y otra muy distinta la expresión de la misma que es contingente y transitoria. La liturgia fúnebre debe estar centrada en la esperanza en la resurrección; en la acción de gracias que ofrecemos al Autor de la vida por habérsela concedido a aquel o a aquellos a los que despedimos de nuestra forma de ser, que él participó con nosotros hasta el cambio que en él produjo la muerte; en la comunión de vida que, a pesar de la muerte, seguimos vivien- do con nuestros seres queridos que ya se han ido de entre nosotros. Nuestra fe rompe las fronteras que nos separan de ellos . El «culto a los muertos» es anticristiano, sencillamente porque es lo más opues- to a Dios cuyo ser es esencialmente vida. La vida que él es la comu- nica a cuantos quieren aceptarla. Y si no, ¿para qué nos envió a su Hijo? (Jn 10,10). 7. EL LENGUAJE SOBRE EL JUICIO Una de las razones para enviar el tema de la evaluación del hombre o del juicio divino al terreno de lo mitológico-inexistente ha sido la interpretación servilmente literal de las descripciones del mismo. El «celo» desmesurado por la fidelidad al texto bíblico, la herejía del literalismo, lo han destruido una vez más. Las imágenes descriptivas del juicio deben ser entendidas como tales imágenes. No hacerlo así equivale a cometer una gravísima injuria con el texto bíblico, obligándole a decir algo que no pretende en modo alguno afirmar. Las imágenes hablan de una manera intuitiva y plástica REVISIÓN BÍBLICO-FILOSÓFICA DE LOS NOVÍSIMOS 677
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