NG200403012
instantes de la misma. Valga como prueba de ello este pasaje, extra- ído de la conferencia pronunciada en la Universidad de Eichstätt en 1991, ilustrativo, además, de su visión ética: «...Cuando una persona es joven se deja engañar por las apariencias de la demostración de la necesidad histórica del socialismo y cree en ella; pues siente que coopera a un profundo compromiso moral; incluso cuando ve tam- bién, como yo, que los comunistas mienten a menudo y emplean medios morales inadmisibles. Pues si el socialismo debe llegar, entonces luchar contra la venida del socialismo es notoriamente cri- minal; sí, el deber de cada uno es fomentar la venida del comunis- mo, para que todo lo que tiene que llegar se encuentre con la menor resistencia posible. Como individuo uno no es lo suficientemente fuerte, por lo tanto, uno tiene que ir con el movimiento, con el par- tido, y apoyarlo lealmente; también cuando esto significa que uno tiene que secundar o al menos transigir con cosas que le repugnan moralmente. Es un mecanismo que tiene que conducir a la perver- sión personal. Uno traga más y más martingalas intelectuales, excu- sas y mentiras; y si se ha traspasado un determinado umbral, te encuentras —probablemente— dispuesto para todo. Éste es el cami- no que conduce al terrorismo político, al crimen. Yo mismo me esca- pé de ese mecanismo al cabo de unas ocho semanas. Poco después de cumplir los 17 años abandoné y condené el marxismo para siem- pre. El marxismo había muerto por la esterilidad de la propia teo- ría» 9 . Esa fue la conclusión de Popper. Este episodio le procuró no pocos sinsabores, ya que, al cons- tatar su error y comprobar la facilidad con la que había aceptado una teoría de por sí bastante compleja, que presentaba fallos osten- sibles tanto en su teoría como en la práctica, Popper cayó en el escepticismo y, posteriormente, se mostró reacio a todo racionalis- mo. Así, a los diecisiete años, ya se había convertido en un anti-mar- xista recalcitrante, que huía de todo dogmatismo y de la arrogancia intelectual, dos de los principios que aparecen unidos inseparable- mente a su teoría científica y a su postura ética. 628 ISABEL ORELLANA 9 K. R. P OPPER , La responsabilidad de vivir , O.c. , 228.
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