NG200403012
la justicia, la libertad, la paz, la dignidad...; en suma, todos los prin- cipios morales defendidos por este autor que, desde esa perspecti- va que ahora muestra, aparecen recluidos dentro de los límites en los que él mismo los ha encerrado. Popper se planteó el bienestar del hombre «nacido» contemplando el futuro —un tema que ocupa un espacio importante en sus comentarios— desde el presente. Un presente que examinó también desde el pasado al ver, dentro del ámbito científico-político, el drama que conllevan todas las guerras; aspecto que está conectado con la tesis del aprendizaje de los erro- res. ¿Existe en ello un contrasentido? Veremos que sí, a pesar de tener en cuenta de quién provienen estas tesis. Popper era un agnós- tico que no entró en cierta clase de valoraciones. Simplemente se acercó a la historia, la ciencia, y la sociedad expresando su convic- ción personal desde el marco referencial de su experiencia: el drama de las dos guerras mundiales vividas; su obligado exilio; las cir- cunstancias en las que viven los más desfavorecidos, a quienes dedi- có solidariamente, en calidad de voluntario, muchos años de su vida; el peso que tienen el dogmatismo en el ámbito del pensamiento, etc., y todo ello, teñido, por su obstinado racionalismo. Y, en prin- cipio, puesto que Popper no fue un ético profesional, alguien que hiciera de esa disciplina objeto prioritario de su actividad intelectual, sino una persona inquieta y preocupada por muchas cuestiones, está claro que sus afirmaciones no se efectúan dentro de un sistema ético elaborado y sustentado por un método determinado que, en función de la concepción que cada uno defienda, puede estudiarse deteni- damente, y compartirse o denostarse. Son apreciaciones personales , ligadas a su teoría científica, que brotaron de un hombre racionalis- ta, desde luego, y en ese sentido son totalmente coherentes con esta peculiaridad personal e intelectual; pero no tienen otro alcance o pretensión. Ahora bien, eso no impide pensar que el extremismo del que hizo gala con su concepción racional, pese al valor de sus apre- ciaciones éticas tomadas en su conjunto, constituye un muro infran- queable para muchos seres humanos. Porque es cierto que estamos ante las opiniones de un hombre y no ante una concepción ética estructurada, que ofrecería un determinado modelo antropológico susceptible de ser comparado con otros sistemas éticos para dedu- cir su adecuación a la dignidad y al valor de la persona humana, pero esta contribución ética de Popper, que tiene como único obje- LEGADO ÉTICO DE POPPER. LUCES Y SOMBRAS 639
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