NG200403012

deseados; para contribuir a mejorar el medio ambiente; para con- trolar la explosión demográfica..., haciendo un uso controvertido y dispar del término «crueldad». Pero aquí radica también, en su opi- nión, el interés de una sociedad abierta que, naturalmente, y según se desprende de sus escritos, está orientada a facilitar una mejor cali- dad de vida al hombre «nacido». Los derechos del «no nacido» son vulnerados irremisiblemente. Hay una distancia racional, emocional y anímica, podríamos decir, respecto de los seres que todavía no han visto la luz. Y ello revela que el ser humano para él no constituía un valor absoluto. Dentro de su concepción ética de la vida es difícil creer que considerase al ser humano un fin. Más bien parecía un medio por- que exigió de los demás un respeto, que no era incondicional y absoluto sino que esta presunción, que surgió de sus tesis, venía condicionada por la razón. Y está reconocido que el hombre posee una capacidad natural para descubrir con su razón lo que está bien y lo que está mal; puede diseñar un modelo ético «natural», «racio- nal» o filosófico, y actuar en conformidad con él. Pero la razón siem- pre es reductiva y excluyente. Asfixia entre sus redes la opción de contemplar al hombre abierto a otras dimensiones siendo que el hombre no puede ser tratado como un objeto que se mueve a mer- ced de las leyes biológicas, estructurales o sociales propias de las ciencias físicas, ni quedar circunscrito a la ética. No es un ser indi- vidual, sino alguien abierto a otros seres humanos; convive con ellos. De ahí las implicaciones personales, éticas y religiosas del modelo antropológico que se adopte. Pero Popper, como heredero de las ideas de la Ilustración, confiaba en la razón como instrumen- to para asumir normas éticas válidas que dependen del hombre sin necesidad de apelar a la revelación ni a otra autoridad que prefije la bondad o maldad de las mismas. Y, aunque esa autonomía en la ética de Popper no pueda confundirse con el relativismo ni la arbi- trariedad, en sentido estricto, la responsabilidad se dirige hacia la preservación de la propia existencia, dentro del marco de una ética de orientación humanista, en la que no hay lugar para la «fe místi- ca», sino para la fe racional en la humanidad. No cabe duda, por tanto, de que con tales presupuestos la dignidad humana queda reducida al instante del «aquí y ahora», y considero que eso es pro- blemático. LEGADO ÉTICO DE POPPER. LUCES Y SOMBRAS 637

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