NG200403011

Gran testimonio de inquebrantable firmeza en medio de tanto relativismo en que nos encontrarnos en el presente, de tanto nihi- lismo, incapaz de generar una plástica religiosa, ni siquiera profana. El Renacimiento vuelve al origen en donde está inspirado, y más tarde se repetirá el volver y se llamará Neoclásico; lo occiden- tal cultural de cara a Grecia, y siempre aparecerá el modelo natura- lista, sin capacidad de despliegue desde la tierra. El arte cristiano, que encuentra su origen en el espíritu evangé- lico, no es así, no renace porque nunca ha muerto, pasan los tiem- pos y sigue Cristo. «Mis palabras no pasarán» y siguen en un presente y si, algunas veces, han venido a aparecer algunas icono- grafías naturalistas en ciertos ambientes, es que ahí se había traicio- nado lo evangélico. El arte cristiano no ha sido provocado por nada distinto al Evangelio, y su espíritu es el gran acontecimiento que persiste como razón única de su existencia y, luego, a través de los siglos, siempre en un continuo presente, siempre vivo e inspirador, y el artista cris- tiano continúa en búsqueda del espíritu, invisible, pero muy real. El artista religioso está con su mirada hacia arriba, jerarquizan- do los valores de la vida, seleccionando lo social de cada día, evan- gelizando también su temario profano, añadiéndole la novedad del espíritu. Este artista debería tener alguna ética especial para lo social y, si fuera posible, también que su comportamiento se manifieste ajeno a todo este comercio con que viene manipulándose el arte, obras que, al final, vienen a quedar para los económicamente más pudien- tes. Este artista cristiano, que se siente rodeado de esta marea de intereses materiales, que mira cómo se trafica la figura de Cristo, pre- ferirá que su obra se haga más asequible a las gentes, mejor que su obra se desparrame, que otros ya se la vengan a apropiar, a multi- plicarse, abaratarla; pero ya sin beneficio para este artista, que un monje ortodoxo no negocia poner precio al Cristo de sus manos. Este posible comportamiento del artista religioso, esta diferen- ciación de horizontes, en uno y otros artista, podrá responder tam- bién a ese objetivo primero de sus atenciones; en uno será el espíritu, en el otro, su tiempo y sus días, sus dineros. EL ARTE EVANGÉLICO Y OTROS ENSAYOS 611

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