NG200403011

asentara. Todos los iconos a lo largo de los siglos siempre es el mismo, porque uno solo es el espíritu. El artista religioso está en libertad en su trabajo creador y, a la vez, en gran dependencia del espíritu. Aquellos monjes del Oriente vivían así, en gran libertad y en gran dependencia, en simplicidad y confianza en el Evangelio, menos racionalistas y teólogos que los occidentales, pero siempre más cordiales. Cuando viene a coincidir el talento estético del individuo con un ambiente religiosamente propicio, la obra surge con naturalidad y se manifiesta religiosa; en ella se descubre la autenticidad; el artis- ta y lo evangélico se identifican por la bondad y la verdad que des- prende la figura de Cristo. Se realza el gran encuentro y aparece un arte religiosamente evangélico. Esas briznas del campo, que ni Salomón pudo vestirse de la frescura de sus verdes, el artista religioso las mira, las pinta y ya dejan de ser briznas, de ser verdes, y se transforman en briznas religiosas, más briznas, más verdes, hasta alcanzar ya a ser evangé- licas. El artista del icono, todos los que llegaron a confeccionar un arte religioso, estaban acondicionados temperamentalmente para vivir en cercanía con lo evangélico, y llegada la hora no se negaron a la invitación de Cristo y le siguieron. En ese arte del icono descubrirnos el aura del espíritu, el mismo que tiene el hombre evangélico, bondadoso y callado y de mirada honda, de elegante pobreza, de sobriedad y cortesía, parecido a la brizna del campo, elemental pero con aura, suficiente y sin excesos, que admira por tan escondido y, a la vez, tan en descubierto para aquel que sabe de las bienaventuranzas. El arte religioso moderno, por su misma naturaleza, se adelanta al otro arte, al no religioso, al igual que el espíritu que camina ade- lantado a otros razonamientos. La intuición espiritual adelantada a toda inteligencia, lo evangélico siempre en presente, siempre en futuro, siempre también desde un pasado ya que el ser humano viene cargado de alguna manera con cierta semilla evangélica. Expresarnos de esta manera, en búsqueda por visualizar lo reli- gioso en el arte, ciertamente no es evadirnos de la realidad, un que- darnos en palabras; la dificultad está en nuestro saber mirar para ese EL ARTE EVANGÉLICO Y OTROS ENSAYOS 609

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