NG200403011

Y Cristo todo lo atrae a sí, es la primera palabra y será la últi- ma, plenitud de existencia para cada existencia del hombre; un Cristo entregado para el hombre, evangelio que es camino para ese hombre, ya sin posibilidad de separación entre Evangelio y hombre; de no ser así, produciría la destrucción de lo humano. Evangelio y hombre vendrá, así, a estar integrados necesaria- mente y este hombre de espíritu, confeccionador de arte a descubrir en el Evangelio la suprema expresión de lo espiritual, vida y verdad para su obra, su apetencia más íntima de creatividad religiosa en este estar en compañía de lo evangélico; su obra de arte y religiosa cargada de tiempo y terrenal, contagiada de naturaleza y, a la vez, de eterna añoranza por su cercanía con Cristo. La finitud del cuerpo humano se dignifica por su anhelo reli- gioso, y su arte religioso se hace, a la vez, imagen de su infinitud, signo perceptible de un futuro. El Evangelio se nos va haciendo guía para nuestro encuentro con un paraíso perdido, rumbo consciente e inconsciente para nues- tras añoranzas, y ya el otro, el espectador, podrá ya percibir una rea- lidad distinta, superior. Probablemente esto que venimos diciendo aparezca como pala- bras de memoria, aceptadas ya y sin argumentación; pero es que el espíritu no tiene evidencias ni racionalidad para el otro que las escu- cha, porque, sobre todo, es experiencia personal, muy suficiente para el sujeto que la padece, receptivo y experimentador, creyente que siente eso sustancial entre sus manos, nunca crédulo y en dudas. El Cristo del Evangelio recapitula la tierra y los cielos; digo que el artista religioso lo siente así experimentalmente y, por eso, se constituye en su mensajero, y en la medida de este su sentimiento, su testimonio vital será más o menos radical. Testimonial en su vivir. La tendencia hacia lo absoluto alcanza a su obra de arte, y en ella aparece esa doble expresividad, lo humano y lo espiritual, desde la materia, pero con independencia de ella, superando su tempora- lidad, que ya es búsqueda de eternidad, y desde esta vivencia, que se hace tan insistente, y por ello más real y verdadera, la obra de arte se presenta corno testimonio evangélico. En esa obra religiosa 606 ANTONIO OTEIZA

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