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su museo; y a eso se le llamará «museo» y se le llamará de «arte» y «contemporáneo». Pero todo arte es necesariamente objetivo, va acompañado de lo permanente, de lo razonado y de lo razonable para la compren- sión, hacia lo otro. El artista es altruista, y ésta vendrá a ser su faceta de autentici- dad: encontrarse a sí mismo y hacerse sentir al otro, cercano para lo público, sin secretos ni palabras que no salgan de su propia obra. Ésta es su humanidad comunicativa y sin engaños, su sentido cósmico de hermandad con toda existencia. La escultura abstracta, así confeccionada, ya ha roto la fronte- ra de lo mental y ahora es posible que la vengamos a sentir que tiene afectuosidad, que se nos hace agradable a nuestros sentimien- tos, acariciadora para la vista, y ya nosotros conformarnos con esa escultura que se hizo monumento publico . Y todo eso lo descubrimos no por lo que haya dicho el artista de su propia obra. La aceptamos o rechazamos por lo que nuestra mente y sentimiento hayan podido entender y sentir de ella, de esa escultura, por esa memoria que ella nos pueda traer de la naturale- za en la que vivimos, por sus ritmos y proporciones, con los que se comporta la naturaleza. Que si hablamos de la validez de un arte abstracto , lo será por- que ha venido a descubrirse emparentado con la misma abstracción que esconde, que tiene el vivir total de la naturaleza. Esa obra abstracta se hace así receptiva, visual, audible, su abs- tracto será silencioso, pero siempre necesariamente sonoro. Es una geometría suavizada por las maneras con que crece y madura la misma naturaleza, y ahí está la gran hermandad con que el arte abstracto habrá de comportarse. Ese artista se siente obligado con su paisaje y, paradójicamen- te, dependiente de ese paisaje en el que trabaja, le crecerá su liber- tad creadora, la verdadera. La escultura abstracta , así confeccionada, ya es algo más que un objeto decorativo para llenar un hueco, un vacío en una rotonda de caminos. Esa escultura nos traerá recuerdos y sensaciones de ale- gría, de fortaleza, horizontes de todo aquello que el hombre pueda EL ARTE EVANGÉLICO Y OTROS ENSAYOS 615

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