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más lastimoso fracaso. Todos estos defectos de un tal idioma, han supuesto para la metáfora su mejor fortuna vivencial y su triunfo más rotundo para la expresión literaria. EL POETA MÍSTICO SAN JUAN Y LA METÁFORA Si para todo poeta, incluso para todo hablante o escribiente, tiene tanta importancia literaria el elemento metafórico —compren- sivo del alegórico y simbólico— para el poeta místico esa importan- cia sería de enésima potencia. En él todos sus conceptos, sus experiencias, todo su cosmos ideológico, pertenecen a un mundo y a un orden de realidades completamente diferentes del orden y del mundo para los que está hecho nuestro lenguaje ordinario. Por ello todo místico se ve en la precisión de ser un creador —a veces hasta en sentido propio inventando vocablos o dando a los corrientes un sentido diverso o arbitran do giros nuevos, o formas nuevas incluso en el lenguaje figurado. Igualmente, la poesía mística tiene que situarse en el último grado de evasión y elevación sobre lo sensible y material. Podría decirse que el místico empieza donde el poeta no místico acaba, porque la mística arranca del alto grado de lo sublime, para perder- se en lo estratosférico de lo inefable. De ahí esa vaga sensación, mezcla de inspiración sobrenatural y de humanidad desbordada que percibimos indefectiblemente en su poesía. Es natural que el crítico literario de poesía mística tropiece siempre con una gran dificultad al tener que valorarla y juzgarla, desprovisto él de ese elemento sobrenatural con que contó el autor místico. La dificultad se eleva si ese autor es un santo y un Doctor de la Iglesia. Esto explica el total fracaso en crítica y psicología de quienes han pretendido valorar con sólo medios literarios lo que no fue escrito con sólo esos medios. El ojo crítico humano no se basta con sólo sus conocimientos literarios para captar las dimensiones espaciales del sobremundo de la mística. Necesita poseer algunos conocimientos de mística si no quiere fracasar. Esto no quiere decir que haya que abandonar todo intento de crítica literaria de toda poesía mística. Nada más equivo- cado. El buen critico literario puede dirigir la lente de su juicio a 590 ABILIO ENRÍQUEZ

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