NG200403010

que colocar al símbolo. De modo elemental y sencillo, el símbolo puede definirse «encarnación de un concepto abstracto en un térmi- no concreto». Así, el olivo es símbolo de la paz, la azucena de la pureza, la violeta de la humildad. Estos símbolos simples y corrien- tes son siempre convencionales. Pero el símbolo a que voy a refe- rirme es muy distinto. Es el llamado poemático, porque afecta siempre a todo un poema o equivalente. Se asemeja a la alegoría en relacionar dos planos, difiere de ella en que la relación de ellos no se hace miembro a miembro, sino de conjunto a conjunto. Por eso, el símbolo es más difícil de capturar y comprender. El símbolo es más críptico y de un valor noemético superior al de las anteriores. Estas se presentan siempre vinculadas a lo objetivo, y su fundamento es la semejanza. Son casi exclusiva- mente fruto de la fantasía, por eso fácilmente captables. El símbolo es casi exclusivamente subjetivo, sólo captable por la inteligencia. Para lograr zurcir bellas metáforas, alegorías o símbolos, se re- quiere poseer un alto sentido poético y más aún una rica fantasía, si dichas figuras han de ser originales y de un gusto estético bien depurado. Para crear símbolos de mérito hay que poseer ante todo una inteligencia clara, robusta y audaz. Los grandes creadores de ellos son magnates de prestancia, próceres del gran reino de la poe- sía y de la belleza. Una última observación sobre las tres figuras literarias que acabo de explicar, especialmente sobre la metáfora. El fundamento y porqué literario y psicológico de la gran vitalidad artístico-poética de que goza la metáfora, hay que buscarlos en la insuficiencia radi- cal de todo idioma para expresar adecuadamente todo lo que la mente y la fantasía son capaces de concebir. La lengua ideal —sólo en cuanto lengua— sería aquella que poseyera un vocablo exacto para cada cosa, objeto o pensamiento; una palabra cabal para cada idea, una expresión precisa para cada concepto. Una lengua así sería el idioma más infeliz en vitalidad hablan- te, el más insoportablemente aburrido y el idioma más muerto en labios hablantes. Dado nuestro modo de ideologizar y el deseo de expresarlo, tal idioma nos resultaría inaguantablemente fastidioso por su insufrible mecanicidad. Un tal idioma estaría considerado como el de mayor descrédito filológico y semánticamente como el ELEMENTOS FIGURATIVO-LITERARIOS EN EL CÁNTICO ESPIRITUAL… 589

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