NG200403010

metafórico, sin que lo advirtamos. El diccionario de la Real Academia define la metáfora: «Tropo que consiste en trasladar el sen- tido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una compara- ción tácita» . La metáfora es la vida, el espíritu de toda habla humana. Nada extraño, pues, que esta figura haya sido en todos los tiempos el recurso más explotado por la poesía. Hay que confesar que ella, a su vez, ha sabido corresponder, generosamente, a la confianza en ella depositada, a través de los siglos. Es uno de los instrumentos más aptos para producir belleza. No tengo por hipérbole afirmar que, en el poder creativo del ingenio humano, la metáfora ha sido el soplo vivificante que ha animado con vida artística el barro damasceno del lenguaje articulado. Su gran potestad teúrgica es lo que mejor puede demostrarnos el límite inespacial, las esferas innumerables, a que es capaz de lle- gar el poder expresivo del hombre. La metáfora es capaz de exten- der hasta límites inimaginables el poder expresivo de la palabra. Ella busca para conseguirlo hasta en los senos más recónditos e inacce- sibles de los emotivos, de lo vivencial y de lo imaginativo. Ella eleva el poder de la expresión hasta las cimas más everésticas de la belle- za y del concepto. Su potencia sugeridora y creadora de significados y de recursos expresivos ha contribuido con su uso a enriquecer el acervo elocutivo del hablante con elementos de primer orden. Es una potencia asombrosa con la que el hombre puede suplir digna- mente la poquedad humana de su limitación expresiva. Se ha dicho que todo diccionario es un cementerio de metáfo- ras. También ha podido decirse que toda palabra lleva en su seno una metáfora. Si tales afirmaciones tienen un límite de exactitud, no lo tienen cuando se trata del lenguaje poético . En éste, la metáfora es un elemento sustancial o parte esencial de su ser. La espléndida riqueza de calorías vivenciales, que éste es capaz de producir tiene su fuente nutritiva, casi en un cien por cien, en la metáfora. En el lenguaje poético se convierte en una necesidad imperiosa, vital para su expresividad. El lenguaje poético necesita imperiosamente eva- dirse de su expresión material, para poder vivir una vida poética rica y lozana. La aptitud sugestiva, subyugante, evocadora, sobrematerial y sobregramatical del lenguaje poético tiene su veta más soterránea en la metáfora. La impropiedad radical del significado material requie- 586 ABILIO ENRÍQUEZ

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz