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lo ve así. Según él, las flores aquí «no sustituyen a esos seres tan bellos y deliciosos, sino a todos los gustos y contratiempos y deleites que se le pueden ofrecer (al alma) en esta vida, que podrían impe- dirle el camino si cogerlos y admitirlos quisiese» 16 . Sin embargo, a pesar de su sensible antítesis entre el sustituto y el sustituido, la metáfora es correcta, porque las flores, aunque se renuncie a coger- las, seguirán siendo siempre deleitosas y apetecibles. «Ni temeré las fieras/ y pasaré los fuertes y fronteras». Por fuer- tes , fieras y fronteras entiende el santo los tres enemigos del alma: mundo, demonio y carne. Es fácil, dada su familiaridad con la Biblia, que se acordara de la recomendación de san Pedro: «Sed sobrios y velad. Vuestro adversario el Diablo, ronda como león rugiente, bus- cando a quien devorar » 17 . El caso es, y sorprendente, que la perso- nificación del demonio, según él, no son las fieras, sino los fuertes. Puede haber otra reminiscencia bíblica. Cristo identifica las fuerzas demoníacas con «las puertas», fortalezas infernales que «no prevale- cerán contra la Iglesia » 18 . Según el santo, las fieras representan al mundo «porque el alma que comienza el camino de Dios parécele se le represente en la imaginación el mundo como a manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros» 19 . Las «fronteras» son las repugnancias y rebeliones de la carne. La similitud necesaria para justificar estas tres metáforas la encuentra el poeta: «La primera, que le ha de faltar el favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valor y aun la hacienda. La segunda —que otra fiera menor—, que cómo ha de poder sufrir no haber ya jamás de tener contentos y deleites del mundo y carecer de todos los regalos de él. Y la tercera es aún mayor, conviene a saber, que se han de levan- tar contra ella las lenguas, y ha de hacer burla, y ha de haber muchos dichos y mofas, y la ha de tener en poco. Las cuales cosas de tal manera se les suelen anteponer a algunas almas, que se les hace dificultosísimo no sólo el perseverar contra estas fieras, mas aún el poder comenzar el camino... Éste, pues, es el estilo que dice el alma 602 ABILIO ENRÍQUEZ 16 Ib., 929-930. 17 I Ped 1,13 . 18 Mt., 16,18. 19 S AN J UAN DE LA C RUZ , O.c., 930.

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