NG200403010

ca. Es casi traspasar los lindes de lo puramente metafórico, para adentrarse en los del simbolismo. En estricta teoría literaria quizás pudiera decirse que estamos en la esfera de la sinestesia, sustitución de lo material por lo inmaterial. Pero la semejanza en que se apoya esta sustitución es tan subjetiva, tan esencialmente intelectual, que más propiamente podríamos decir que estamos ya en la pura analo- gía, a las puertas del simbolismo. En todo caso, la audacia expresiva es de intrépida valentía, y la belleza poética resultante, exquisita. A un crítico literario le resulta- ría sumamente interesante poder descubrir desde su inicio toda la evolución de esta metáfora-alegoría-símbolo. Poder incluso sorpren- der su génesis intelectual. ¿Qué imagen intelectual pudo sugerir a este sublime poeta llamar pastores a sus afectos íntimos y deseos? ¿Fueron estos extraños los sustitutivos que se ocurrieron al autor? El mismo santo sugiere la posibilidad de que la primitiva habían sido los ángeles. Así a nosotros nos hubiera sido más lógico y natural, pero al santo le pareció mejor que fueran los que escribió. Y da la razón: «por cuanto ellos apacientan al alma de bienes espirituales ... y mediante ellos se comunica Dios a ella» 12 . Lo que también parece indudable es la influencia de la poesía bucólica, muy de moda entonces en todos los ámbitos del mundo poético, bien directamente de Garcilaso, o bien indirectamente de Garcilaso y Boscán a lo divino de Sebastián de Córdoba. Pudo ser también un cruce mental entre los pastores y el Buen Pastor, Príncipe de los pastores, como apellida a Cristo el Apóstol san Pedro 13 . Quizá el Carmelita pudo figurarse al alma en estado pre- matrimonial, recluida en la cabaña del cuerpo, sin posibilidad de remontarse al «otero» donde mora el Pastor de los pastores. La difi- cultad está en que ese otero no es lugar apto de morada, apto para el caso, sino algo muy distinto, como nos enseñará el verso siguiente. El alma, entonces, se da cuenta de que si ella no es capaz toda- vía de remontarse hasta esa altura, sí hay otros pastores más afortu- nados que lo son. Hasta tienen el oficio de subir allí y volver a 598 ABILIO ENRÍQUEZ 12 Ib ., 925-326. 13 I Ped 1,5.

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